Hasta las feministas apoyan al presidente
Por Mario Diament
MIAMI.- La fatigante investigación sobre las relaciones del presidente Bill Clinton con la pasante Monica Lewinsky ha tenido la virtud de exponer un fenómeno novedoso: en proporciones notables, las mujeres se han mostrado mucho más tolerantes que los hombres respecto de lo que pudo haber sucedido en la ilustre intimidad del Despacho Oval.
Mientras muchos comentaristas masculinos en la prensa se indignan ante lo que advierten como una corrupción moral de la institución presidencial (precisamente ayer, en The New York Times, A. M. Rosenthal se lamenta del negativo legado que Clinton dejará en la Casa Blanca, columna que se reproduce en esta misma página), las mujeres, desde un icono feminista, como Gloria Steinem, pasando por escritoras como Susan Faludi y Erica Jong, periodistas como Larissa MacFarquhar y Tina Brown, y hasta empleadas y amas de casa, se han negado a ver el escándalo como otra cosa que un intrascendente desliz agigantado por intereses políticos.
Proveyendo el tono para el sentir de muchas, la escritora Erica Jong sentenció enfáticamente: "Prefiero mil veces a un presidente activo de la cintura para abajo que a un cerdo fascista como Ken Starr". Cambio cultural
Después de haber convertido a Anita Hill en la abanderada de la lucha contra los abusos padecidos por las mujeres en el trabajo, parecía natural esperar un activismo enardecido en el caso de un hombre como Clinton, cuya fama de mujeriego ha teñido buena parte de su carrera política. Pero las mujeres se las han ingeniado una vez más para sorprender a todo el mundo y romper los esquemas.
"Creo que ha habido un cambio en el clima cultural desde la época de las audiencias de Anita Hill y Clarence Thomas", dice Katie Roiphe, autora de "La mañana siguiente", un libro acerca del acoso sexual en las universidades. "La gente está reaccionando contra esta clase de vigilancia policial a la actividad sexual; creo que hemos cambiado drásticamente de dirección. Y de pronto aparece este presidente viril, que parece materializar la fantasía prohibida del varón agresivo y me parece que las mujeres encuentran esto atractivo."
Lo que Roiphe desnuda es que la ola de simpatía femenina por Clinton va mucho más allá de la mera tolerancia de sus pecadillos. Algunas mujeres no han vacilado en admitir que cambiarían gustosamente el lugar con Monica Lewinsky y perciben al ocupante de la Casa Blanca casi como un trofeo sexual.
Tina Brown, la renunciante directora de la revista New Yorker, describió así su encuentro con Clinton, durante la cena en honor del primer ministro británico, Tony Blair: "Su hechizo es indescriptible... Un hombre vestido de etiqueta, con más electricidad que cualquier otra estrella en la habitación..."
Y Nina Burleigh, una ex reportera de Time que cubría la Casa Blanca, recuerda una partida de naipes con Clinton, a bordo del avión presidencial: "El pie del presidente, leve, y presumiblemente por accidente, rozó el mío bajo la mesa. Su mano tocó mi muñeca mientras repartía las cartasÉ Cuando me puse de pie y estreché su mano al final de la partida, sus ojos deambularon sobre mis piernas desnudas, trabajadas a fuerza de pedalear la bicicleta. Mientras me alejaba, un pensamiento cruzó mi mente: el presidente me encuentra atractiva". Objetivos políticos
Para muchos conservadores, la explicación de la exculpación femenina de Clinton enmascara claros objetivos políticos: Clinton es el presidente que mejor ha defendido los temas típicamente liberales, como el derecho al aborto, la tolerancia a la homosexualidad y la cobertura médica universal. De la misma manera, se alinearon con Anita Hill por oponerse a la nominación de un juez ultraconservador como Clarence Thomas.
Pero las mujeres no parecen advertir nada de malo en esta actitud. Muy por lo contrario, en respuesta a una nota de tapa de la revista Time, preguntándose si el feminismo había muerto, Erica Jong reflexiona: "Por años, la gente se preguntaba cuándo nos despabilaríamos políticamente. Cuando por fin lo hacemos, Time proclama que el feminismo ha muerto".
Tal vez lo que está sucediendo es que después de dos décadas de combate y trinchera, las feministas sienten que han ganado suficiente terreno como para volver a ocuparse libremente de la sexualidad. Camille Paglia, una profesora de Humanidades de la Universidad de las Artes, en Filadelfia, conmocionó al establishment feminista en 1990 cuando, en su libro "Sexual Personae", argumentó que los hombres son en realidad "el sexo débil", porque su eterno deseo por el cuerpo femenino los despoja de todo poder real. "La sexualidad femenina es la fuerza más poderosa de la humanidad", escribió.
En el presente debate sobre quién hizo qué en la Casa Blanca, las mujeres parecen estar ejercitando su recientemente adquirida "libertad de perdonar", según la definición de la escritora Susan Faludi. Una libertad que, mal que les pese a muchos hombres, sólo es atributo de los poderosos.
El autor es un periodista y dramaturgo argentino que dirige el programa de máster en Periodismo de la Universidad Internacional de la Florida.
Mientras muchos comentaristas masculinos en la prensa se indignan ante lo que advierten como una corrupción moral de la institución presidencial (precisamente ayer, en The New York Times, A. M. Rosenthal se lamenta del negativo legado que Clinton dejará en la Casa Blanca, columna que se reproduce en esta misma página), las mujeres, desde un icono feminista, como Gloria Steinem, pasando por escritoras como Susan Faludi y Erica Jong, periodistas como Larissa MacFarquhar y Tina Brown, y hasta empleadas y amas de casa, se han negado a ver el escándalo como otra cosa que un intrascendente desliz agigantado por intereses políticos.
Proveyendo el tono para el sentir de muchas, la escritora Erica Jong sentenció enfáticamente: "Prefiero mil veces a un presidente activo de la cintura para abajo que a un cerdo fascista como Ken Starr". Cambio cultural
Después de haber convertido a Anita Hill en la abanderada de la lucha contra los abusos padecidos por las mujeres en el trabajo, parecía natural esperar un activismo enardecido en el caso de un hombre como Clinton, cuya fama de mujeriego ha teñido buena parte de su carrera política. Pero las mujeres se las han ingeniado una vez más para sorprender a todo el mundo y romper los esquemas.
"Creo que ha habido un cambio en el clima cultural desde la época de las audiencias de Anita Hill y Clarence Thomas", dice Katie Roiphe, autora de "La mañana siguiente", un libro acerca del acoso sexual en las universidades. "La gente está reaccionando contra esta clase de vigilancia policial a la actividad sexual; creo que hemos cambiado drásticamente de dirección. Y de pronto aparece este presidente viril, que parece materializar la fantasía prohibida del varón agresivo y me parece que las mujeres encuentran esto atractivo."
Lo que Roiphe desnuda es que la ola de simpatía femenina por Clinton va mucho más allá de la mera tolerancia de sus pecadillos. Algunas mujeres no han vacilado en admitir que cambiarían gustosamente el lugar con Monica Lewinsky y perciben al ocupante de la Casa Blanca casi como un trofeo sexual.
Tina Brown, la renunciante directora de la revista New Yorker, describió así su encuentro con Clinton, durante la cena en honor del primer ministro británico, Tony Blair: "Su hechizo es indescriptible... Un hombre vestido de etiqueta, con más electricidad que cualquier otra estrella en la habitación..."
Y Nina Burleigh, una ex reportera de Time que cubría la Casa Blanca, recuerda una partida de naipes con Clinton, a bordo del avión presidencial: "El pie del presidente, leve, y presumiblemente por accidente, rozó el mío bajo la mesa. Su mano tocó mi muñeca mientras repartía las cartasÉ Cuando me puse de pie y estreché su mano al final de la partida, sus ojos deambularon sobre mis piernas desnudas, trabajadas a fuerza de pedalear la bicicleta. Mientras me alejaba, un pensamiento cruzó mi mente: el presidente me encuentra atractiva". Objetivos políticos
Para muchos conservadores, la explicación de la exculpación femenina de Clinton enmascara claros objetivos políticos: Clinton es el presidente que mejor ha defendido los temas típicamente liberales, como el derecho al aborto, la tolerancia a la homosexualidad y la cobertura médica universal. De la misma manera, se alinearon con Anita Hill por oponerse a la nominación de un juez ultraconservador como Clarence Thomas.
Pero las mujeres no parecen advertir nada de malo en esta actitud. Muy por lo contrario, en respuesta a una nota de tapa de la revista Time, preguntándose si el feminismo había muerto, Erica Jong reflexiona: "Por años, la gente se preguntaba cuándo nos despabilaríamos políticamente. Cuando por fin lo hacemos, Time proclama que el feminismo ha muerto".
Tal vez lo que está sucediendo es que después de dos décadas de combate y trinchera, las feministas sienten que han ganado suficiente terreno como para volver a ocuparse libremente de la sexualidad. Camille Paglia, una profesora de Humanidades de la Universidad de las Artes, en Filadelfia, conmocionó al establishment feminista en 1990 cuando, en su libro "Sexual Personae", argumentó que los hombres son en realidad "el sexo débil", porque su eterno deseo por el cuerpo femenino los despoja de todo poder real. "La sexualidad femenina es la fuerza más poderosa de la humanidad", escribió.
En el presente debate sobre quién hizo qué en la Casa Blanca, las mujeres parecen estar ejercitando su recientemente adquirida "libertad de perdonar", según la definición de la escritora Susan Faludi. Una libertad que, mal que les pese a muchos hombres, sólo es atributo de los poderosos.
El autor es un periodista y dramaturgo argentino que dirige el programa de máster en Periodismo de la Universidad Internacional de la Florida.
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