El domingo 31 de octubre, el candidato Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, se convirtió en el nuevo Presidente del Uruguay para el período 2005 – 2010. Este triunfo, largamente anunciado, venía escapándose por muy poco desde hacía diez años. Esta vez se hizo realidad, para gran regocijo de más de la mitad de la población uruguaya.
A diferencia de las campañas y elecciones de otros países de América Latina, en Uruguay el triunfo del Frente Amplio vino claramente pautado desde la sociedad. La campaña no tuvo que motivar, ni activar ni persuadir a los electores. Éstos ya estaban definidos, decididos y dispuestos a darle una oportunidad de gobierno a la izquierda, después de más de siglo y medio de historia política monopolizada por los partidos tradicionales, blanco y colorado.
La campaña sólo tuvo que tocar una nota, la del cambio. Esta palabra mágica, que usó Vicente Fox para terminar con setenta años de hegemonía priísta en México, sirvió también para hacer un corte en más de ciento cincuenta años de continuidad blanqui-colorada en Uruguay.
El mitin final del Frente reunió más de medio millón de personas en Montevideo. Para un país de poco más de tres millones de personas es una hazaña muy rara. Algo así como juntar unas quince millones de personas en México, o veinte o treinta millones de personas en Brasil.
La elección uruguaya transitó por los cauces profundos de su cultura política. Una participación excepcional, formas extremadamente civilizadas de conducta política. Sólo tres horas después de cerradas las mesas de votación, Jorge Larrañaga, el principal adversario de Tabaré Vázquez, fue a darle un abrazo al presidente electo y a felicitarlo por su triunfo.
Las encuestas del latinobarómetro muestran que el Uruguay (junto con Costa Rica) es el país de América Latina con mayor adhesión al sistema político democrático. La elección del 31 de octubre es un buen antecedente para entender mejor porqué eso ocurre así.
Fuente: LCB Marketing Político
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