PARIS (LA NACIÓN).- Nicolas Sarkozy necesitó 10 meses en el poder y una auténtica bofetada política en las elecciones municipales para comprender que un presidente francés no puede comportarse como una vedette de televisión y olvidarse de las promesas que formuló durante la campaña. Para corregir esos errores, Sarkozy decidió modificar su actitud y adoptar un comportamiento más presidencial.
Eso no sólo lo llevará a limitar la exhibición de su vida privada, que había llegado a límites inusitados entre julio del año pasado y febrero de 2007. En ese lapso, su actividad estuvo básicamente concentrada en sus vacaciones en Estados Unidos, el divorcio de su segunda esposa y, apenas dos meses después, el idilio, los viajes románticos y su casamiento con Carla Bruni. Como insinuaban los sondeos que comenzaron a publicarse a partir de febrero, esa actitud fue interpretada como un desprecio por los problemas esenciales que preocupan a los franceses. Sarkozy, que había llegado al poder con la promesa de ser el "presidente del poder adquisitivo", se mostró indiferente y ausente frente a la escalada de precios durante las fiestas de fin de año y en los primeros meses de 2008. Pero, además, dio la impresión de haber perdido interés por las reformas prometidas y, para colmo, protagonizó una serie de gaffes impropias de un presidente francés. Sarkozy, que se niega desde hace días a considerar estas elecciones un plebiscito sobre sus 10 meses en el poder, debió rendirse ante la evidencia, con los resultados en algunos bastiones de la derecha, como Metz o Toulouse. El jefe del Estado comprendió la magnitud de sus errores cuando analizó las cifras de la primera vuelta, el domingo pasado. Ayer, la segunda vuelta no hizo más que acentuar la tendencia de un resultado que constituye un claro voto de censura. Por eso es que, desde hace varios días, trabaja con sus colaboradores en la definición de la estrategia que aplicará a partir de hoy. Por lo pronto, decidió no hacer por ahora la reestructuración ministerial que venía prometiendo desde hace meses. Eso es, por lo menos, lo que aseguran sus colaboradores en el Palacio del Elíseo. Incluso hizo saber que los ministros derrotados no estarán obligados a abandonar el gobierno, como es tradicional. Entre las principales víctimas de las urnas figuran Xavier Bertrand (Trabajo) y Rama Yade (secretaria de Derechos Humanos). Otra idea en curso sería reorientar su política hacia la derecha y abandonar la estrategia de apertura, que fue "muy espectacular, pero que no arrojó resultados demasiado concretos", según el politicólogo Dominique Reynié. Por otro lado, reorganizó su equipo de colaboradores. Frank Louvrier, su tradicional hombre de confianza en materia comunicacional que había sido desplazado por Cécilia Sarkozy, recuperó su influencia y será el encargado de instrumentar el cambio de la imagen presidencial. Henri Guaino, que tuvo hasta ahora una notable influencia en la definición de algunas orientaciones políticas del gobierno, parece haber sido eclipsado después de algunos desaciertos que tuvieron un alto costo político para Sarkozy. La idea central es evitar en el futuro las apariciones demasiado frívolas, de descanso o deportivas, como sus fines de semana románticos con Carla Bruni o sus sesiones de jogging . Esa imagen sería reemplazada por una actitud más discreta y más concentrada en atender los problemas que la opinión pública considera prioritarios (poder adquisitivo, salarios, empleo, etcétera). Al mismo tiempo, el gobierno lanzará una serie de iniciativas sociales que estaban demoradas. En su intervención de ayer, el primer ministro François Fillon anticipó que el gobierno mantendrá intacto su programa de reformas e incluso tratará de acelerar su ritmo. Los resultados de las municipales, por otra parte, también tendrán repercusiones en la oposición. En el centro del tablero político, la derrota sufrida en su ciudad natal de Pau por el líder del Modem, François Bayrou, seguramente debilitará su imagen de líder nacional y sus proyectos de construir un movimiento capaz de postularse como una alternativa entre derecha e izquierda. En el socialismo, su victoria probablemente reactive la lucha interna por el control del partido y -en el largo plazo- por la candidatura presidencial del PS en 2012. La cómoda reelección que obtuvo en París dará un impulso decisivo a las aspiraciones de Bertrand Delanoë. El alcalde de París se negó hasta ahora a especular sobre su futuro, pero sus amigos políticos no ocultan que será un "actor importante" del próximo Congreso del PS, previsto para fines de año, que será el primer peldaño de su escalada al poder.
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