MIAMI.- Después de la fanfarria que acompañó la consagración de Barack Obama como candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, la pregunta inmediata es: ¿puede ganar? ¿Puede convertirse en el primer presidente negro de los Estados Unidos?
Obama debió batallar duramente en las primarias para aventajar a Hillary Clinton y, cuando finalmente reunió los delegados necesarios, lo hizo con la ayuda de los llamados superdelegados, el grupo de 796 "brahmanes" del partido que pueden otorgar su voto a quien deseen.
De modo que bien vale la cuestión de si vista la dificultad que tuvo Obama por salir victorioso en las internas, podrá ahora, a cinco meses de las elecciones generales, derrotar al candidato republicano John McCain.
En los Estados Unidos, como se ha visto en comicios recientes, ganar o perder tiene más que ver con la geografía y las matemáticas que con el voto popular. La elección presidencial es indirecta, esto es, depende de los delegados asignados a cada uno de los estados, y es esta cuenta final y no el número de votos, la que envía a un candidato a la Casa Blanca.
El Colegio Electoral cuenta con 538 electores y se requieren 270 para consagrar a un presidente. Cada estado tiene asignado el número de electores que resulta de sumar sus senadores y representantes ante el Congreso. La capital, Washington, tiene el número de electores igual al menor de los estados (en este caso, 3). Los territorios no tienen representación en el Colegio Electoral.
De este sistema resulta que ocho estados (California, Florida, Illinois, Michigan, Nueva York, Ohio, Pensilvania y Texas) suman en conjunto 226 delegados -44 menos que la cifra mágica- y son, en consecuencia, los que deciden la elección. Generalmente, esta decisión termina recayendo sobre uno o dos estados, como sucedió en el 2000 y en el 2004, donde el escrutinio en Florida y Ohio respectivamente, determinó la suerte del sufragio.
Al presente, según el mapa electoral compuesto por la Radio Nacional Pública (NPR), sobre la base de las tendencias demostradas en las elecciones anteriores, 25 estados con un total de 227 electores se inclinan por McCain, 16 con un total de 200 electores, se vuelcan por Obama y 10 estados, con un total de 111 electores, se consideran indecisos.
En esta última categoría figuran Pensilvania (21 electores), Ohio (20), y Michigan (17). Como se advierte, cualquiera de ellos puede hacer inclinar la balanza en una u otra dirección.
En las elecciones del 2004, Pensilvania votó por Kerry (50.96%), Ohio por Bush (50.81%) y Michigan por Kerry (51.23%). Si esta tendencia se mantuviera, esto añadiría 38 electores a Obama y 20 a McCain.
Pero aquí es donde se hace preciso incorporar un factor imprevisible al cálculo de posibilidades: la psicología.
Irracionalidad
Tal vez más que ninguna de las anteriores, la elección presidencial del 2008 dependerá tanto de lo irracional como de lo racional. La presencia por primera vez en la historia de un candidato negro obliga a tomar en cuenta componentes atávicos, raciales y culturales al momento de especular sobre cuál puede ser el comportamiento de los votantes.
Los parámetros convencionales han dejado de ser válidos al punto de que, Obama, por ejemplo, cuyo partido tradicionalmente se asocia con los menos privilegiados, puede terminar atrayendo a votantes ricos, mientras McCain, cuyo partido suele representar al gran dinero, puede encontrar su base entre la clase trabajadora blanca.
Dos comunidades que habitualmente votan a los demócratas -los hispanos y los judíos- pueden encontrar sus lealtades en conflicto.
Los hispanos no suelen tener gran simpatía por los candidatos negros (en las primarias se inclinaron masivamente por Clinton), pero McCain tiene una dura posición frente a la inmigración ilegal y Obama, por otra parte, propone regularizar la situación legal de los indocumentados y éste puede ser el factor que determine la dirección del voto hispano.
Los judíos, por su parte, parecen estar divididos por líneas generacionales. Los jóvenes y los de edad mediana apoyan a Obama, mientras que los más viejos, que dudan de la lealtad de Obama hacia Israel, van a votar por McCain.
Pero tal vez la verdadera evaluación de las posibilidades de Obama no se encuentre en el sesudo mundo del análisis político sino en el más arriesgado de las apuestas. En Intrade.com, el sitio líder de apuestas online con sede en Dublín, Irlanda, las posturas favorecían a Obama al momento de escribir esta columna, por 60,5 contra 35,5%.
Mario Diament (La Nacion)
Obama debió batallar duramente en las primarias para aventajar a Hillary Clinton y, cuando finalmente reunió los delegados necesarios, lo hizo con la ayuda de los llamados superdelegados, el grupo de 796 "brahmanes" del partido que pueden otorgar su voto a quien deseen.
De modo que bien vale la cuestión de si vista la dificultad que tuvo Obama por salir victorioso en las internas, podrá ahora, a cinco meses de las elecciones generales, derrotar al candidato republicano John McCain.
En los Estados Unidos, como se ha visto en comicios recientes, ganar o perder tiene más que ver con la geografía y las matemáticas que con el voto popular. La elección presidencial es indirecta, esto es, depende de los delegados asignados a cada uno de los estados, y es esta cuenta final y no el número de votos, la que envía a un candidato a la Casa Blanca.
El Colegio Electoral cuenta con 538 electores y se requieren 270 para consagrar a un presidente. Cada estado tiene asignado el número de electores que resulta de sumar sus senadores y representantes ante el Congreso. La capital, Washington, tiene el número de electores igual al menor de los estados (en este caso, 3). Los territorios no tienen representación en el Colegio Electoral.
De este sistema resulta que ocho estados (California, Florida, Illinois, Michigan, Nueva York, Ohio, Pensilvania y Texas) suman en conjunto 226 delegados -44 menos que la cifra mágica- y son, en consecuencia, los que deciden la elección. Generalmente, esta decisión termina recayendo sobre uno o dos estados, como sucedió en el 2000 y en el 2004, donde el escrutinio en Florida y Ohio respectivamente, determinó la suerte del sufragio.
Al presente, según el mapa electoral compuesto por la Radio Nacional Pública (NPR), sobre la base de las tendencias demostradas en las elecciones anteriores, 25 estados con un total de 227 electores se inclinan por McCain, 16 con un total de 200 electores, se vuelcan por Obama y 10 estados, con un total de 111 electores, se consideran indecisos.
En esta última categoría figuran Pensilvania (21 electores), Ohio (20), y Michigan (17). Como se advierte, cualquiera de ellos puede hacer inclinar la balanza en una u otra dirección.
En las elecciones del 2004, Pensilvania votó por Kerry (50.96%), Ohio por Bush (50.81%) y Michigan por Kerry (51.23%). Si esta tendencia se mantuviera, esto añadiría 38 electores a Obama y 20 a McCain.
Pero aquí es donde se hace preciso incorporar un factor imprevisible al cálculo de posibilidades: la psicología.
Irracionalidad
Tal vez más que ninguna de las anteriores, la elección presidencial del 2008 dependerá tanto de lo irracional como de lo racional. La presencia por primera vez en la historia de un candidato negro obliga a tomar en cuenta componentes atávicos, raciales y culturales al momento de especular sobre cuál puede ser el comportamiento de los votantes.
Los parámetros convencionales han dejado de ser válidos al punto de que, Obama, por ejemplo, cuyo partido tradicionalmente se asocia con los menos privilegiados, puede terminar atrayendo a votantes ricos, mientras McCain, cuyo partido suele representar al gran dinero, puede encontrar su base entre la clase trabajadora blanca.
Dos comunidades que habitualmente votan a los demócratas -los hispanos y los judíos- pueden encontrar sus lealtades en conflicto.
Los hispanos no suelen tener gran simpatía por los candidatos negros (en las primarias se inclinaron masivamente por Clinton), pero McCain tiene una dura posición frente a la inmigración ilegal y Obama, por otra parte, propone regularizar la situación legal de los indocumentados y éste puede ser el factor que determine la dirección del voto hispano.
Los judíos, por su parte, parecen estar divididos por líneas generacionales. Los jóvenes y los de edad mediana apoyan a Obama, mientras que los más viejos, que dudan de la lealtad de Obama hacia Israel, van a votar por McCain.
Pero tal vez la verdadera evaluación de las posibilidades de Obama no se encuentre en el sesudo mundo del análisis político sino en el más arriesgado de las apuestas. En Intrade.com, el sitio líder de apuestas online con sede en Dublín, Irlanda, las posturas favorecían a Obama al momento de escribir esta columna, por 60,5 contra 35,5%.
Mario Diament (La Nacion)
No hay comentarios:
Publicar un comentario