"Nunca tuvimos tanta democracia, pero nunca hubo tanto descontento con ella. Los ciudadanos no están conformes con sus instituciones porque no resuelven los problemas básicos: la educación, la seguridad, la salud y la justicia. Hoy la política responde a las leyes del marketing", afirma el sociólogo y periodista peruano Rafael Roncagliolo.
Ex director de diarios y autor de numerosos libros, entre los que se destacan La política por dentro y La política y la pobreza en los países andinos , Roncagliolo nació en Lima en 1944 y durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, de 1968 a 1975, tuvo que exiliarse en México.
Este analista político, ex corresponsal de los semanarios Le Monde Diplomatique, Interviú yCuadernos del Tercer Mundo , dice con orgullo que es el padre del escritor Santiago Roncagliolo, ganador del Premio Alfaguara 2006 por la novela Abril rojo.Desde hace cinco años es director del Programa Perú del Instituto Intergubernamental para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA). También fue secretario general en su país de la Asociación Transparencia y consultor de las Naciones Unidas, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización de Estados Americanos, entre otros organismos internacionales. Especialista en sistemas políticos y comunicación, Rafael Roncagliolo dialogó con LA NACION desde Lima.
-¿El descontento con la democracia se relaciona con la pérdida de terreno de los partidos políticos tradicionales?
-En todo el mundo hay una crisis de representatividad de los partidos. Las encuestas dicen que si ordenamos las instituciones por su prestigio, los últimos lugares están ocupados por los partidos políticos tradicionales, porque se han vuelto máquinas electorales, que sólo funcionan cuando hay comicios. Esto forma parte de una transformación en la cual la relación cara a cara ha sido transformada por las relaciones mediáticas. Esto explica el descrédito que tienen los partidos en la actualidad y justifica el resurgimiento, en los últimos años, de una política basada en caudillos.
-¿Cree que esta nueva manera de hacer política ha dejado de lado el debate y la difusión de ideas?
-Claro, y esto se ve cuando se advierte que al congresista no le interesa la repercusión que tiene lo que él dice en el Parlamento, porque lo que le importa es la repercusión de lo que él dice en el espacio mediático. Esto es, claramente, un deterioro de la acción del Congreso. Los locales partidarios languidecen por la ausencia de los principales dirigentes. La relación cara a cara como la célula partidaria ha desaparecido.
-¿Hay democracia sin partidos políticos?
-No puede haber democracia si no hay instituciones que se encarguen del trabajo de la representación política y que compitan por esta representación. Esto que estamos viviendo difícilmente pueda responder a esta definición de partidismo. En Colombia, se dice que los partidos funcionan como los garajes, porque sólo se saca el auto del estacionamiento para competir y después se lo vuelve a guardar...
-¿Entonces las democracias en América latina no están funcionando?
-Están funcionando muy bien como democracias electorales. Hay elecciones libres y justas. Las irregulares son excepción. Tampoco tenemos golpes militares. Pero hay un problema de calidad y de densidad de la democracia. El tema es ver cómo se puede reconstruir la idea de ciudadanía y de espacio público a partir de los nuevos espacios tecnológicos y culturales. Además, todo esto se profundizó por los procesos de privatización, que han llevado a disminuir al mínimo el papel del Estado. La política se vuelve menos importante en la medida en que nuestros países han sido desestatizados.
-¿Por qué usted afirma, en su libro La política por dentro, que el papel de los medios constituye el problema principal de la democracia?
-La democracia contemporánea nació sobre el supuesto de que los electores son ciudadanos a los cuales hay que convencer. Entonces, la democracia instituye un mercado electoral, en el cual los políticos hacen sus ofertas, que son sus propuestas, y los ciudadanos eligen entre esas propuestas. Este es el supuesto básico de la democracia. Las transformaciones tecnológicas de los últimos tiempos han determinado que los electores sean considerados no como ciudadanos sino como consumidores. La diferencia es que a los ciudadanos hay que convencerlos y a los consumidores hay que seducirlos. En este paisaje, las ofertas de los políticos dejan de ser propuestas y pasan a ser mecanismos publicitarios de seducción del elector. Esto destruye el supuesto básico de la democracia.
-¿La política pasó a ser un espectáculo para consumidores?
-Por supuesto, y esto está comprobado por numerosos analistas políticos que han estudiado el efecto de la espectacularización que produce la "videopolítica". Esta es una transformación de fondo. Otra de las nociones básicas contemporáneas es la del espacio publico no sujeto a censuras de ningún tipo. En ese espacio de debe producir un debate racional. Pero en las últimas décadas la comunicación masiva ha transformado ese espacio. Hoy día, el espacio mediático reemplaza a la plaza pública y ha dejado de ser público para ser privatizado, porque los medios son, ante todo, empresas.
-¿Quiere decir que no hay más espacio para el debate y que ahora sólo hay mensajes unilaterales?
-A mí me ha tocado participar, de una manera u otra, en distintos procesos electorales de América latina. Es obvio que a los candidatos ya no les interesa cuáles son los temas por debatir. Les interesan los aspectos formales del debate, como la luz, el orden de la exposición, los tiempos y la disposición de las cámaras. Es decir: la vida política ha pasado a ser controlada por nuevos expertos, que son los especialistas en marketing. En las últimas elecciones peruanas, un integrante del equipo de uno de los candidatos me dijo: "¿Por qué no le pide a nuestro candidato que nos escuche?". O sea: hay un divorcio entre el político y su equipo de gobierno, en beneficio de la dependencia del candidato respecto de los expertos en marketing. Se han afianzado las prácticas clientelistas. Los políticos cada vez menos buscan convencer con una propuesta y cada vez más buscan captar votos. El dinero se ha vuelto un elemento muy importante para poder ganar...
-En los años 40, en los EE.UU. había una corriente de investigación, la Mass Comunication Reserch, que relativizaba el poder de los medios de comunicación respecto de la conducta electoral de los ciudadanos. ¿Cómo se dio un cambio tan profundo en tan pocas décadas?
-Hoy hay que estar en los medios masivos para existir. Los medios no son exitosos a la hora de decir quién gana, pero sí a la de establecer quiénes están en la competencia. Son los que hacen la construcción social de la realidad. Se puede decir que los medios han reemplazado a los políticos en el papel de fijar la agenda de un país. Entonces, no son más dirigentes, en el sentido de ofrecer una dirección a los ciudadanos, sino dirigidos, en el sentido de que el buen político es el que interpreta mejor las encuestas y el que hace lo que el público le pide. Esto no significa que los medios pueden hacer lo que quieran con la opinión pública, pero sí que algunos de ellos tienen un papel desmedido. Es más importante en nuestros países ser conductor de un programa de televisión que ser diputado. Los legisladores han sido reemplazados por los líderes mediáticos en cuanto a su influencia en la opinión pública. Por otro lado, no quiero dejar de reconocer la tarea de fiscalización y de transparencia que han llevado a cabo los medios serios en nuestras democracias.
Fuente: La Nación
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