El surgimiento de una nueva derecha no es un fenómeno limitado a
A este Washington más tolerante y democrático se sumó la creciente conciencia internacional acerca de las violaciones a los derechos humanos por parte de las dictaduras, sobre todo en Argentina, Chile y Centroamérica. Y también la imprevisibilidad de los gobiernos autoritarios: al fin y al cabo, fue un militar y no un líder izquierdista quien decidió invadir las Malvinas y declararle la guerra nada menos que a Gran Bretaña.
En el nuevo mundo unipolar, hasta el último rincón del planeta quedó expuesto a la influencia estadounidense, pero era una influencia distinta, más difusa, menos directa. Tras el 11 de septiembre, Washington cerró el círculo de su nueva doctrina de seguridad (el enemigo ya no era el comunismo sino el terrorismo) y desvió su atención a lugares más remotos y urgentes. Esto explica el giro a la izquierda en América latina y el tranquilo ascenso de líderes y partidos que en el pasado seguramente hubieran sido bloqueados por Estados Unidos mediante la desestabilización o el golpe de Estado. Y esto explica también que esté surgiendo, más lenta y dificultosamente, una nueva derecha.
Es nueva porque es democrática: aunque la tentación de la desestabilización y el golpe están presentes, sobre todo en los países institucionalmente más frágiles y económicamente más concentrados, como Bolivia, insistamos en que el componente democrático tiene un sentido más profundo y estructural: es una derecha que defiende electoralmente los intereses (empresariales, económicos) y valores (estabilidad, orden en las calles, propiedad privada) que en el pasado se imponían por las armas. Esa es la novedad.
Entrepeneurs
El progreso individual y el ascenso como fruto del esfuerzo son desde siempre valores importantes para la derecha, que no sólo no reniega del individualismo, sino que incluso lo considera un motor clave para el progreso de la sociedad (lo cual explica, según la famosa tesis de Norberto Bobbio, que la derecha acepte las diferencias sociales, es decir la desigualdad, lo cual produce a su vez una visión definida del balance Estado-mercado y del rol de este último en la economía y en la sociedad). Así, frente a una izquierda que tradicionalmente ha buscado a sus líderes en los movimientos colectivos (sindicatos, partidos, asambleas), hoy existe una derecha que ha hecho del mundo empresarial la cantera de la que salen sus dirigentes más taquilleros.
Un rápido recorrido por América latina ayuda a comprobar esta intuición. El próximo miércoles asumirá la presidencia de Panamá Ricardo Martinelli, millonario propietario de la cadena de supermercados Super 99 y –dato a tener en cuenta– el primer presidente desde la recuperación de la democracia que no proviene de los partidos tradicionales. Hace poco menos de un mes dejó la presidencia de El Salvador Elías Saca, un empresario perteneciente al derechista Arena. En Chile, todas las encuestas señalan como el favorito a Sebastián Piñera, el propietario de LAN y poseedor de una fortuna de 1200 millones de dólares (y el único líder importante de derecha que votó por el No a Pinochet en el plebiscito de 1988). Durante seis años gobernó México Vicente Fox, que ingresó a Coca-Cola como supervisor de reparto y fue ascendiendo hasta convertirse en gerente de la división latinoamericana de la empresa. Y ahí está también el pintoresco magnate ecuatoriano Alvaro Noboa, el rey de los exportadores de banano y camarón, que había salido segundo en tres elecciones presidenciales y quedó tercero en las últimas.
Populismo de derecha
La nueva derecha de Mauricio Macri y Francisco de Narváez, que ayer consolidó su primacía en
Como los líderes de Unión-PRO, Berlusconi es un símbolo de la alianza entre negocios (aunque hay que reconocerle al Duce que él sí hizo su propia fortuna), medios de comunicación (Berlusconi fue el primer empresario televisivo en romper el monopolio de
Hay en ellos un fondo común ultrapragmático que les permite moldear su discurso de acuerdo con la necesidad del momento. De Alsogaray o Cavallo podía pensarse cualquier cosa, menos que alguno de ellos propondría, en la misma campaña, eliminar las retenciones, quitar el IVA a los alimentos y extender masivamente los planes sociales –es decir, desfinanciar totalmente al Estado–, como hizo De Narváez en los últimos meses. Y también hay en Macri y en De Narváez, como en Berlusconi, una tensa combinación de conservadurismo y liberalismo, que si por un lado implica una relación cercana con
Estos vacíos y estas tensiones requieren necesariamente un cemento que los unifique más allá de la popularidad de los líderes. Berlusconi lo encontró en el terror a la inmigración norafricana y su campaña para endurecer las leyes, que la semana pasada quedó crudamente comprobada con la violenta expulsión de los gitanos de Nápoles. ¿Ocupará la inseguridad el lugar en el proyecto nacional de Macri y De Narváez que ocupó la inmigración a la candidatura de Berlusconi en 2007? Podría ser, pero sólo podría. Aunque el tema fue uno de los ejes de la campaña y en buena medida explica el ascenso del peronismo disidente en la provincia de Buenos Aires, la experiencia enseña que las elecciones presidenciales suelen estar dominadas por otras cuestiones, de la economía a la política, y que la inseguridad resulta decisiva básicamente en los comicios distritales. Hasta ahora.
Algo más que jabón en polvo
Macri y De Narváez son empresarios y no economistas ultraideologizados, como sus antecesores Alvaro Alsogaray, Domingo Cavallo y Ricardo López Murphy. Quizás por eso, porque provienen del flexible y pragmático mundo de los negocios y no de las consultoras o las cátedras de economía (en sus propias palabras, del mundo de la acción y los hechos y no del mundo de los discursos), ambos han comprendido una verdad esencial que sus antepasados nunca lograron entender: para ganar una elección y gobernar es necesario contar con el apoyo de al menos un sector de los votos y del aparato del peronismo. Y si Menem consiguió en su momento reconvertirse a la derecha luego de una larga y muy tradicional carrera en el PJ (fue gobernador, estuvo detenido por los militares y acompañó a Cafiero en la renovación peronista), los jefes de Unión-PRO avanzan por un camino inverso: su plan es llegar al peronismo desde la derecha y no a la derecha del peronismo. Menemismo por otros medios.
Por eso, el peor error que se podría cometer en la lectura de los resultados de ayer es pensar que la consolidación electoral del macrismo y el ascenso rutilante de De Narváez se explican simplemente por la astucia de la publicidad, el poder de sus millones o la influencia de los medios de comunicación. Desde que en 1952 Dwight Eisenhower se convirtió en el primer candidato presidencial en apelar a los servicios de una agencia de publicidad, el marketing político ha ido ocupando cada vez más espacio en las campañas. Y aunque las primeras teorías hablaban de vender a un candidato como si se tratara de jabón en polvo, desde hace al menos dos décadas sabemos que esto no es posible, que la publicidad y el dinero y la televisión no alcanzan para ganar una elección (aunque sí para otras cosas, por ejemplo para hacer conocido –instalar– a un postulante). Hay miles de ejemplos de brillantes campañas publicitarias y millones de dólares convertidos en unos pocos votos, el último de los cuales fue el patético ensayo presidencial de Jorge Sobisch.
Del mismo modo, si por un lado es cierto que algunos medios de comunicación contribuyeron al ascenso de De Narváez, el consenso mediático tampoco alcanza por sí mismo para ganar una elección como la de ayer. También hay miles de ejemplos de candidatos que, pese a la oposición de buena parte de los medios, ganaron las elecciones (la reelección de Chávez, por ejemplo, o la victoria de Ricardo Lagos en Chile en el 2000).
Con esto se pretende señalar algo evidente, pero que, a la luz de algunos comentarios de los últimos días, vale la pena subrayar: el ascenso de la nueva derecha no se explica por los consejos de Durán Barba ni por la campaña de Agulla, y ni siquiera por las fortunas de sus candidatos, sino por un contexto geopolítico nuevo y, en
Fuente: Pagina 12
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