Antes de comenzar con el análisis, me permito confesar que soy un lector habitual del Blog que un gran profesor de relaciones internacionales posee en la prestigiosa página Foreign Policy. Este profesor, se llama Stephen Walt y a diario analiza cuestiones de política exterior. En dos artículos recientes, se preguntaba si China actuaba como una potencia y en el otro como no debía actuar una superpotencia, este último en relación a los Estados Unidos y el conflicto en Medio Oriente.
Resulta redundante entonces que explique de dónde saqué el título, pero no para que pienso aplicarlo. Es un lugar común hoy en día en la disciplina y en los medios de comunicación decir que Brasil se ha convertido en el líder regional y que rápidamente está llegando a convertirse en una potencia mundial. Aunque tengo mis reservas y mis dudas para con los argumentos que sustentan lo que sería esta “realidad”, no puedo desconocer una voluntad manifiesta de Brasil, para convertirse en potencia mundial. Está impreso en su ADN como país y ellos mismos, además, lo ven como un fenómeno natural debido a su tamaño “continental” y a su numerosa población.
Sin embargo, las grandes potencias de la historia, han comprendido en que juego están metidas. Ellas saben que están inmersas en una lucha constante por el poder, y su propia supervivencia y que su margen de maniobra es altamente reducido. Entre ellas se desconfían, temen y la cooperación parece un sueño irrealizable. La lucha por el poder no permite errores. Estas condiciones exigen elevar al máximo la prudencia de quienes llevan adelante las relaciones internacionales de ellas para proteger, sobre todo, su propio interés nacional y su seguridad. Hoy por ejemplo, vemos como China actúa de esta manera. Uno no va a ver Hu Jintao (Presidente de China) haciendo anuncios rimbombantes o escandalosos, y como ante cualquier crisis internacional responde con una prudencia notable.
Estas mismas lecciones son las que tiene que, entre otras cosas, aprender Brasil si desea convertir en realidad su vieja voluntad de ser una potencia de orden mundial. Y escribo esto dado que de cara a las elecciones de segunda vuelta en Uruguay, el presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva se pronunció a favor del candidato del Frente Amplio, José “Pepe” Mugica, cometiendo una injerencia en los asuntos internos de otro Estado. Esto es una imprudencia bastante seria, siempre considerando que los Estados son entidades soberanas que no reconocen otra autoridad más que él dentro de sus fronteras. Más aún si los Estados son potenciales potencias. China, reiterando el ejemplo, se cuida permanentemente de no inmiscuirse en los asuntos internos de otros Estados y este principio es uno de los rectores de su política exterior.
La no injerencia tienen una lógica básica: si un Estado se entromete en los asuntos de otros, de facto legitima que otro se entrometa en sus asuntos internos. Pareciera que Lula se engolosinó con la reclamación hecha ante Colombia por el permiso otorgado a Estados Unidos para utilizar siete bases militares, y que culminó con una especie de juicio donde Colombia tuvo que dar explicaciones sobre estas cuestiones internas (que no son tan internas), en la pasada cumbre de la Unasur en Bariloche.
Definitivamente, Brasil deberá comenzar a comportarse como una potencia, si realmente quiere serlo. La lucha entre las potencias por el poder, exige una máxima prudencia, al fin y al cabo, no es un sambódromo de Río de Janeiro.
Daniel Roura
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