Las elecciones del próximo domingo en Bolivia son, en cierto sentido, un mero trámite para confirmar al presidente Evo Morales. Pero detrás de lo que se prevé como una victoria aplastante hay elementos que determinarán su margen de maniobra para mantener su "refundación" los próximos cinco años. Las encuestas le dan el 52 por ciento, mientras su más inmediato seguidor, el ex capitán Manfred Reyes Villa, alcanza el 21 por ciento, y el millonario empresario centrista Samuel Doria, el 18 por ciento. Dado que el Presidente es ungido en primera vuelta si obtiene el 40 por ciento y le lleva una ventaja de 10 puntos al segundo, las cifras le cuadran sobradamente a Morales.
El motivo de su intensa campaña parece más bien el Senado, que fue su dolor de cabeza en sus primeros cuatro años, puesto que estaba dominado por una oposición que resistió varias de sus medidas. Si logra imponer su hegemonía (las encuestas prevén una lucha cerrada), podrá radicalizar su política indigenista y socialista.
Evo ha mejorado en los cuatro departamentos, de nueve, que todavía le resisten. El año pasado ni siquiera pudo hacer campaña en Santa Cruz -el motor económico-, Tarija -donde están las mayores reservas de gas- y los amazónicos Beni y Pando, debido a las protestas. Ahora ha hecho campaña normalmente y ha logrado alianzas con antiguos enemigos, incluidos grupos de ultraderecha en Santa Cruz.
"La oposición se ha diluido, en parte porque percibe a un Morales muy fuerte al que no vale la pena enfrentar en unas elecciones que tiene ganadas. Y hay también facciones que sienten que el sol que más alumbra ahora es el del oficialismo", dijo a SEMANA el analista Roger Cárdenas. "Hay también mucho de intimidación", añade.
Con el camino despejado, los analistas citan sin embargo tres problemas que deberá enfrentar Morales: la percepción de que busca perpetuarse en el poder, la sensación de que sin oposición ya no hay a quién culpar de ciertos estropicios, y un manejo de la riqueza gasífera percibido como errático.
Para el analista Marcelo Ostria, "a los notorios rasgos de las dictaduras se añade el acomodo abusivo de las leyes y las instituciones para perdurar indefinidamente en el poder, todo acompañado de acciones para eliminar cualquier contrapeso político".
Mientras tanto, el ex presidente Carlos Mesa señala que Evo no puede seguir gobernando como si aún estuviera en la oposición, culpando de todos los males al neoliberalismo. "Asúmanse como elites, porque lo son, y demuestren que tienen la capacidad para gobernar a todo el país", dice.
Los cuestionamientos sobre el tema gasífero vienen de Manfred Kempff, un ex canciller que es acérrimo crítico de Morales. "El engreimiento y la ignorancia de los hombres del 'cambio' hicieron que nuestro país impulsara a Brasil, Argentina y Chile a una desenfrenada búsqueda de recursos energéticos, porque se encontraron con que el gobierno boliviano no era confiable", asegura.
El dilema para Morales es que desincentivó la inversión extranjera, con lo cual la producción se mantiene en niveles que no permiten pensar en un salto cualitativo. Para rematar, Brasil -a donde Bolivia exporta el 75 por ciento de su gas- encontró este año importantes reservas. Con Argentina hay proyectos multimillonarios, pero también desconfianza de Buenos Aires para concretarlos. Y el mercado perfecto, que es Chile, ni siquiera puede ser abordado por razones políticas: un referendo estableció que la venta de gas a ese país está condicionada a que negocie la salida al mar que le quitó a Bolivia en la Guerra del Pacífico.
No son temas fáciles, y si Morales ha demostrado ser un político muy hábil, deberá demostrar ahora que es también un gran estadista.
Fuente: Semana.com
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