PARIS.- Las elecciones regionales francesas de hoy podrían provocar un herido grave: el partido de gobierno del presidente Nicolas Sarkozy corre el riesgo de ser severamente castigado por un electorado que le reprocha el aumento del desempleo, la caída del poder adquisitivo y la creciente marginación de amplios sectores de la población.
Si hoy se confirman los pronósticos de las encuestas para la primera vuelta (la segunda se hará el domingo próximo), esta última consulta antes de las elecciones presidenciales de 2012 representarán una dura advertencia para Sarkozy, cuya popularidad alcanza apenas al 36%. Además, sólo un 57% de la población dice estar dispuesta a votar, lo que significaría un récord de abstención.
Con viento en popa, la oposición socialista, que ya tiene en su poder 24 de las 26 regiones del país, podría apoderarse también de las últimas dos que controla la derecha.
El Partido Socialista (PS) lideraba las intenciones de voto con el 30%, delante de las listas de la mayoría presidencial, que registran el 29%.
Ese crecimiento de la izquierda, que parece confirmarse, también se nutre de un leve aumento de los simpatizantes de Europa Ecología, la formación verde liderada por Daniel Cohn-Bendit, creada el año pasado, que obtendría el 14% de los votos.
Con un Frente de Izquierda en el 5,5% y una extrema izquierda (Lucha Obrera y Nuevo Partido Anticapitalista) que reúne el 3,5%, la suma de intención de voto para la izquierda supera ampliamente las perspectivas de la derecha.
La situación es difícil para Sarkozy, pues la mayoría presidencial carece gravemente de socios. La derecha no tiene reserva de votos para la segunda vuelta. El único yacimiento potencial -y muy parcial- de boletas suplementarias para la Unión por un Movimiento Popular (UMP) sería el Modem. Pero la formación centrista de François Bayrou ni siquiera alcanzaría al 5%, nivel mínimo para permitir la fusión de listas.
Por su parte, el Frente Nacional del ultraderechista Jean-Marie Le Pen está estancado en el 8,5% de intención de voto, que lo ubica muy lejos de los resultados de 2004, que le permitieron participar en ballottages en 17 de las 22 regiones metropolitanas.
Desde hace tres años, Sarkozy no escatima esfuerzos a fin de ampliar su mayoría con el objetivo de eliminar candidaturas que pudieran competir con la suya en 2011. Después de haber abierto el partido hacia la izquierda, recibiendo a la Izquierda Moderna de Jean-Marie Bockel e integrando algunas personalidades del PS en su gabinete, el presidente se alió con el ala más dura de la derecha tradicional: el Movimiento para Francia, de Philippe de Villiers.
Pero esa estrategia de unión de la derecha tuvo resultados nefastos para la UMP. El más grave fue la desmovilización de su propio electorado, que hoy tiene serias dificultades en reconocerse en ese frente de formaciones disímiles. Con el tiempo, el partido terminó pareciéndose a una corte de los milagros, donde cohabita gente que se detesta, unida por un único objetivo: conservar el poder.
Lenguaje desbocadoConsciente del peligro, Sarkozy ha intentado en los últimos días restar importancia a estos comicios, y afirmó que no tendrán ninguna repercusión nacional. "Estas elecciones son regionales; sus consecuencias serán regionales", señaló ayer al diario Le Figaro . El presidente admitió, no obstante, que "estaría atento a qué dirán los franceses".
En todo caso, la campaña reveló el preocupante estado de una sociedad en crisis, en la cual el lenguaje se ha "desbocado", hasta el punto de llegar a veces a los excesos racistas. A juicio de los especialistas, los franceses se sienten angustiados y abandonados por una clase política totalmente desconectada de la realidad. Esa es la razón por la cual apenas poco más de la mitad del electorado se declara dispuesto a ir a votar, tras una carrera electoral que tuvo como telón de fondo el controvertido debate sobre la identidad nacional, la inmigración y la prohibición de la burka, lanzado por el gobierno para seducir al electorado de extrema derecha.
"Vivimos un período en el que se dicen cosas que jamás un francés se hubiera animado a decir antes", reconoció el sociólogo Michel Wieviorka.
Políticos y politólogos destacan la distancia entre el tono de la campaña y las expectativas de un electorado desestabilizado por la crisis; una tasa de desocupación del 10% (la más alta de la última década); las múltiples deslocalizaciones de empresas; la violencia en las escuelas, y una reforma de las jubilaciones que cada vez inquieta más. "La angustia de los franceses se focaliza en la crisis, la pobreza y el desempleo", dijo Brice Teinturier, del instituto de sondeos Sofres.
Los consejos regionales, producto de modalidades electorales complejas, tienen competencias en el área de los transportes, la infraestructura, la enseñanza, la formación o el desarrollo durable.
Fuente: La Nación
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