WASHINGTON.- Un soplo de aire fresco y de energía pareció adueñarse ayer del gobierno de Barack Obama, apenas un día después de que el presidente se jugó a fondo con un discurso en el que ratificó su objetivo de aprobar este año la controvertida reforma del sistema de salud.
Un primer efecto parece haber sido la recuperación de la confianza en el presidente. Si bien son datos aún precarios, los sondeos coincidían ayer en reflejar un fortalecimiento de la imagen presidencial, que llegó al discurso de anteanoche en su peor momento de popularidad, con dudas y cuotas de desconfianza en más de la mitad de los ciudadanos.
Lejos de esa onda negativa, un sondeo de la cadena televisiva CNN arrojó que el 70% de quienes vieron el discurso se mostraron "satisfechos" con la actitud presidencial.
Semejante índice de aceptación posiblemente revela una alta presencia de demócratas entre los consultados, según admitieron los propios realizadores del sondeo.
Pero, aun así, la tendencia es clara. Y ayer, hasta los republicanos admitían que Obama había salido fortalecido tras su intervención. "Hay un cambio de escenario", fue la expresión con que se admitió que el 52 por ciento de rechazo que llegó a tener la reforma era un dato del pasado. Según CNN, el apoyo a la reforma de Obama creció tras el discurso al 67 por ciento.
La otra "suerte" que tuvo el presidente fue que uno de los legisladores republicanos que lo escuchaba se enardeció, perdió los estribos y lo insultó en pleno discurso. Eso trajo la consecuente disculpa pública posterior, gesto que -con la gentil aceptación del caso- dejó a Obama en mejor posición que a sus críticos de derecha.
"¡Usted miente!", espetó en pleno discurso del presidente el congresista republicano por Carolina del Norte Joe Wilson. "No, no miento", respondió Obama, sin perder la calma.
El incidente generó un verdadero escándalo, en el que se cuestionó la falta de respeto y la descortesía mostrada por el colérico protagonista. Tanto que fueron sus compañeros de bloque los primeros en pedirle que se disculpara. "Mi comentario fue inapropiado y lamentable. Pido perdón y extiendo mis sinceras disculpas al presidente por mi falta de educación", sostuvo Wilson en un comunicado.
La Casa Blanca se frotaba las manos. La reacción enardecida del republicano calza perfectamente con la campaña de exasperación y miedo que el equipo de Obama viene denunciando por parte de la oposición de derecha.
El presidente aceptó la disculpa. Pero el vicepresidente, Joe Biden, se regocijó un poco en la herida ajena. "Sentí vergüenza ajena. Wilson denigró a la institución [parlamentaria]", cargó el vicepresidente, y anticipó que la reforma del sistema de salud será aprobada antes de noviembre.
Los republicanos recogían vela como podían. "Tiene que quedar en claro que el presidente de los Estados Unidos siempre es bienvenido en el Capitolio. Merece respeto y decoro", dijo el titular del bloque en la Cámara de Representantes, Eric Cantor.
Tan incómodos quedaron ayer los hombres del partido de George W. Bush que el ex candidato presidencial John McCain moderó el tono de su crítica.
"Admito que hay que hacer algo con el sistema de salud. Pero lo que pedimos es que se dialogue y que se haga con acuerdo de los principales partidos", dijo McCain, quien opera como vocero de hecho de la oposición republicana.
Ayer, con el viento en la nuca de la popularidad de nuevo en alza y el traspié republicano como telón de fondo, Obama volvió a la carga, con una renovada prédica para sacar adelante la reforma. "Sigo abierto a todo tipo de sugerencias y de ideas. Pero lo que no podemos hacer es seguir como estamos y aceptar la situación actual", afirmó, tras reunirse su equipo de asesores en la materia.
Entre sus esfuerzos por retomar la iniciativa, el presidente mantuvo también ayer una reunión con un centenar de enfermeras de todo el país. "No voy a permitir que se posponga la reforma", dijo el mandatario, que se hizo eco de las nuevas cifras que publicó ayer la Oficina del Censo, según las cuales el número de personas sin cobertura médica aumentó en un millón de afectados en los últimos 12 meses, para situarse ahora en 46,3 millones.
"Nadie debería ser tratado así en Estados Unidos. ¡Nadie!", clamó el presidente, para quien ya ha habido demasiadas "distracciones" y ha llegado "el momento de actuar" con la provisión de salud a la población.
Desde hace años, la Casa Blanca viene tropezando con intentos por reformar un sistema de salud, considerado caro e ineficiente. Buena parte del modelo descansa en la prestación de servicios por parte de aseguradoras privadas que no tienen competencia estatal y que, por su esquema de negocios, buscan, como prioridad, obtener beneficios para sus accionistas.
Fuente: La Nación
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