domingo, 12 de septiembre de 1999

Graciela Fernández Meijide

Todo político se maquilla

-¿Cómo encara el tema de la falta de credibilidad de los políticos?

-Como lo encara Chacho Alvarez: tratando de ser lo más coherente posible, demostrando que lo que hacemos tiene que ver con nuestro discurso. Lo que decimos está pegado a nuestros actos, podemos caminar por la calle y seguimos siendo nosotros. Estoy convencida de que la política, finalmente, instalará un tipo especial de ética.

-¿La política tiene una ética especial?

-No sé, al menos tiene una principal, que es tan simple como esto: tratar de hacer feliz a la gente y que los políticos eliminemos el doble discurso.

-¿Condiciona saber que el modelo económico prácticamente no se va a poder tocar?

-Sí, claro que condiciona, pero hay otros estímulos. Por ejemplo, empezar a usar bien los recursos que se utilizaron mal.

-Es común escuchar que las mujeres que llegan a su posición tienen que empezar a actuar como hombres. ¿Esto le ocurrió? Asimismo, ¿los hombres en la política se feminizan?

-Por lo pronto, todos tienen que maquillarse... (Se ríe.) No, en serio. Esto que decís tiene que ver con la percepción clásica, sobre qué es masculino y qué es femenino. Se supone que el hombre es duro, que la mujer está ligada al sentimiento; que el hombre está más inclinado a la ejecución y a la gestión, y que la mujer en política será útil cuando desarrolla temas sociales o de asistencia. Todo es un gran prejuicio. Pienso en hombres como mi marido, mi hijo, mis amigos, a los que les sobran sentimientos. Y si debo responder por mí, el dolor me sigue tocando, me importan los temas de siempre, pero, además, quiero gobernar y no me tengo que afeitar los bigotes todos los días.

-Hablando de experiencias cotidianas, ¿En qué circunstancias se dio cuenta de que era un personaje público? ¿Cuánto cambió su vida por eso?

-Me di cuenta hace bastante, pero todavía me cuesta. Todavía, porque me gusta mucho hacerlo, sigo yendo al supermercado y creo que la mejor técnica es caminar muy ligero. Pero ya es inútil. Me paran, se asombran ("¡Ah!, usted también compra..."; "¿Qué, viene a ver los precios?"), me gritan cosas lindas, me alientan, me piden autógrafos, les llama la atención que sea tan alta y a veces, en los actos, después de una tarde entera de besos siento que la cara se me cae. Lo mejor de ser un personaje público es que, siempre y cuando no te la creas, eso te carga de energía. Que enfrente tuyo alguien se sienta interpretado por tus palabras y te diga: "Usted habla y dice lo que yo pienso" es algo impagable.

-Si tuviera que elegir un hecho, un personaje, algo que llegó desde algún lado el día en que se decidió a trabajar en política, ¿qué elegiría?

-Mi vida prueba que lo mío fue distinto a lo de cualquier político que desde joven dijo: elijo la política, quiero ser presidente. Yo iba para otro lado absolutamente distinto y de pronto me marca la desaparición de mi hijo Pablo. Pero si estoy en este lugar es porque pude comprender políticamente lo que significó esa desaparición. Hubo un día en que dejé de plantearme ¿por qué a mí? ¿Por qué a Pablo? Y pude decirlo de otros modos: ¿por qué no iba a ser así? ¿Por qué no a mí? Comprendí ese día que Pablo era otra víctima más de algo mucho más grande y general, que abarcaba a otras muchas personas. Otra cosa que me pasa es que no tengo modelos. No alcanza con pensar en Alicia Moreau de Justo o con decir Eva Perón, porque lo de ellas sucedió en otras épocas. No hay, por más que lo busquemos, antecedentes de una mujer que haya llegado a pelear un puesto ejecutivo tan importante, compitiendo por sí misma, como es mi caso.

-Le tocó ganar en una cantidad de elecciones, pero perdió con De la Rúa las internas en 1998. ¿Qué significa perder en política?

-Si me lo preguntás a título personal, perder duele, eso hay que admitirlo. Pero para mí no es una catástrofe. Lo único que a mí me sacó verdaderamente de quicio y me puso al borde de la locura fue no haberle podido salvar la vida a mi hijo. A partir de eso empecé a tener más exacta noción de cuáles eran las prioridades de mi vida. Antes de que ocurriera lo de Pablo era capaz de hacerme un mundo porque se me rompía un caño de agua. Desde entonces, lo que hago es buscar la llave maestra y cerrarla para que no se me inunde todo.

-¿Qué es ser progresista, hoy?

-Hoy, ser progresista es hacer un gobierno que aleje a la Argentina de las consecuencias del más puro gobierno conservador de los últimos 60 años. Ser progresista es plantearse que necesitamos instituciones fuertes, porque durante años progresismo era terminar con las instituciones consideradas burguesas. Ser progresista es hacerse cargo de todo lo que se retrocedió. Cuando camino por la provincia de Buenos Aires y veo a tantos hombres y mujeres jóvenes sin dientes digo que progresismo es reponer esas dentaduras.

-¿Hay una Argentina desdentada?

-Eso: desdentada. Progresismo hoy es evitar que siga creciendo el número de desocupados o de excluidos o que si en el conurbano hay entre 350.000 y 400.000 adolescentes que no estudian ni trabajan por falta de oportunidades, pensemos en cómo los vamos a contener y ayudar. Progresismo ya no son las grandes ideas del pasado, irrealizables, sino tratar de solucionarle las cosas concretas a la gente común.Y encontrar que por ahí están las grandes ideas del momento.

-¿Qué cosas de las que, en alguna ocasión, haya dicho que eran intolerables se encontró tolerando dentro de la actividad política?

-Yo dije muchas veces: hay gente con la que nunca me voy a juntar. Hasta que me di cuenta de que si no me juntaba o si no toleraba el mismo espacio, no tendría manera de armar los nuevos espacios que se necesitaban. Evitame personalizar, no quisiera hacerlo, pero sí puedo decirte que nunca imaginé que compartiría el recinto de la Cámara con Bussi, Rico o Ruiz Palacios. Yo había trabajado para que estuvieran presos, pero estaban sentados en Diputados, en la Constituyente o hablando de la legalidad. (Se ríe.) -Hay una concepción peligrosamente generalizada, que consiste en ver a la política como algo sucio y que, consecuentemente, ensucia a quienes se meten en ella. ¿Lo percibe? ¿Le alcanzó?

-Lo sucio es la politiquería, o sea, utilizar la legitimidad que te dan unos votos legalmente obtenidos para comenzar a actuar en beneficio propio, de grupos cercanos o de grandes maquinarias electoralistas. Pero creo que la gente se da cuenta, porque hasta el aviso de De la Rúa (el del aburrido) origina una reflexión que escuché: "Es verdad, prefiero un presidente que gobierne bien, no tiene por qué entretenerme".

-La biografía suya dice que desde los 13 años juega a los naipes. Seguramente podría explicarme qué es la cara de póquer.

-Para la sabiduría popular tiene esa cara el que no se le mueve ningún músculo, saque la carta que saque.

-¿Para ser político hay que tener cara de póquer?

-No necesariamente. Yo soy política y a mí rápidamente se me nota en la cara todo lo que me pasa. Auyero era otro de ellos, a Chacho igual, a Alfredo Bravo le pasa lo mismo.

-¿Cuál es el político con más cara de póquer que conozca?

-Me parece que Ruckauf.

-Como de usted alguna vez se dijo que era impertinente, un publicitario se vuelve loco y propone un spot en el que empiece hablando a cámara: Dicen que soy imperti-nente... ¿Cómo lo seguiría?

-Si haberme metido en la provincia de Buenos Aires es una impertinencia, tienen razón de decir eso de mí. Todo lo que ocurre en el mundo y en la Argentina es de tal grado de novedad y de shock que animarte a hacer las preguntas que corresponden es una impertinencia. ¿Ves? Antes me preguntabas qué es ser progresista hoy. También es eso: animarse a lo nuevo.

FICHA DE FILIACIÓN

Nacida en: Avellaneda en 1931. Es la mayor de las 3 hijas. Sus dos hermanas son médicas. Sobrenombre familiar: Nenuca.

Edad: 68 años.

Títulos: Profesora de francés desde 1952; profesora de instrucción cívica.

Casada con: el arquitecto Enrique Fernández Meijide, desde mayo de 1956.

Hijos: 3. María Alejandra, de 41 años, médica dermatóloga; Pablo Enrique, detenido desaparecido en 1976, a los 17. Hoy tendría 40; Martín, de 38, arquitecto (colaboró en algunas tareas políticas con su madre).

Nietos: Camila, de 8 años, y Diego, de 3, hijos de María Alejandra.

Hincha: de Racing.

CANDIDATOS Y CANDIDATURAS

1989: Se afilia por primera vez a un partido: la Democracia Popular, línea creada por el fallecido Carlos Auyero. Pero su anterior y primer gran lugar de militancia fue en la Asamblea por los Derechos Humanos, donde fue secretaria de denuncias y, más adelante, como integrante de la Conadep.

1991: Candidata a diputada por el Fredejuso, en la Capital. Obtiene 69.622 votos (3.73% del total) y pierde, igual que al año siguiente cuando apoyan la candidatura a senador de Pino Solanas.

1993 (octubre): Candidata a diputada por la Capital Federal por el Frente Grande. Obtiene la banca con 256.502 votos ( 13.6% del total).

1995 (octubre): Candidata a senadora por el Frente País Solidario (Frepaso). Obtiene la banca con 814.621 votos (45.7 % del total).

1996 (junio): Candidata a estatuyente por el Frepaso para reformar la Constitución. Consigue 626.126 votos (34.7 % del total).

1997 (octubre): Gana una banca de diputada provincial y vence a Chiche Duhalde con el 48 % de los votos.

1997: Una de las fundadoras y líderes de la Alianza.

1998 (noviembre): Pierde las internas presidenciales frente a Fernando de la Rúa. Candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Lleva como vicegobernador a Melchor Posse.

Textos: Carlos Ulanovsky

Fotografías: Daniel Pessah

Producción: Pablo Galfré

Fuente: La Nación