martes, 25 de marzo de 2008

Las frases de la incomodidad


Perfil (Noticias) seleccionó algunas altisonancias del discurso de Cristina del Martes 25 (TOP FIVE DE FRASES IRRITANTES). Aquí van. Algunas de ellas llevan en sí la razón de las reacciones:
1
"Este último fin de semana largo, nos tocó ver lo que yo denomino los piquetes de la abundancia"
2
"Vi escrito en letras de molde que por mi discurso hubo una suerte de cacerolazo en la Capital Federal"
3
"Parece un conflicto político, de aquellos sectores que condenan nuestra política de derechos humanos"
4
"La soja es prácticamente un yuyo que crece sin ningún tipo de cuidados especiales"
5
"Esta vez no han venido acompañados de tanques, sino por algunos generales multimediáticos"

Otra vez genética al comportamiento

Los genes podrían determinar nuestras opiniones políticas
Esto explicaría por qué a veces las posiciones son tan resistentes a los razonamientos
LA NACION
LONDRES.- Los Estados Unidos están dominados por la fiebre de las elecciones. En las redacciones de los diarios y en los bares de todo el país, liberales y conservadores están tratando de convencerse mutuamente de que lo que piensan es correcto. Pero podrían estar perdiendo el tiempo. De acuerdo con una idea emergente, las posiciones políticas están sustancialmente determinadas por la biología y pueden ser resistentes a todo tipo de razonamiento.
"Estas maneras de pensar están profundamente arraigadas en nuestro cerebro. Tratar de persuadir a alguien de que no sea de derecha o de izquierda es como tratar de convencerlo de que no tenga ojos marrones. Tenemos que repensar la persuasión", dice John Alford, politicólogo de la Universidad de Rice, en Houston, Texas.
Las evidencias que respaldan esta idea están creciendo. Por ejemplo, estudios en mellizos sugieren que las opiniones sobre una larga lista de temas, desde la inclusión de la religión en las escuelas hasta los derechos de los homosexuales, pueden tener un importante componente genético. Los neurocientíficos también sostienen que liberales y conservadores tienen distintos patrones de actividad cerebral.
Pero la idea de que la política está en parte determinada por nuestros genes no es totalmente nueva. En 2005, Alford publicó un trabajo en el que analizaba dos décadas de estudios en genética del comportamiento, incluida una gigantesca base de datos con las opiniones políticas de 30.000 pares de mellizos de Virginia. Según el estudio publicado en American Political Science Review , los gemelos tenían más probabilidades que los mellizos de dar las mismas respuestas a preguntas sobre política. Por ejemplo, acerca de si la propiedad debería ser gravada, cuatro quintos de los gemelos daban la misma respuesta que dos tercios de los mellizos. ¿Cómo se explica? Bueno, dado que los mellizos idénticos tienen los mismos genes mientras los no idénticos sólo comparten la mitad, esto sugiere que la respuesta debe de tener una influencia genética.
Frank Sulloway, psicólogo de la Universidad de California en Berkeley, respalda la idea de que la herencia puede influir en las actitudes políticas, pero admite que los resultados pueden parecer extraños. "No hay un gen para sentir disgusto por los hippies", afirma. El caso es que algunos genes les dan forma a rasgos de la personalidad, y ésta a su vez está vinculada con la posición política.
En 2003, el equipo dirigido por el psicólogo John Jost, de la Universidad de Nueva York, realizó una revisión de 88 estudios que abarcaban a más de 20.000 personas de 12 países para intentar hallar una correlación entre personalidad e inclinación política. Los resultados, publicados en American Psychologist , demostraron la existencia de una gran cantidad de conexiones intrigantes. Las personas que tenían mucho miedo a la muerte, por ejemplo, tenían cuatro veces más posibilidades de apoyar posiciones conservadoras, mientras que los que expresaban interés en tener nuevas experiencias tendían a ser liberales.
El trabajo de Jost también hacía notar que los conservadores prefieren pinturas, poemas y canciones menos ambiguos. Sin embargo, nadie pudo identificar aún un gen que, por ejemplo, estuviera relacionado con el liberalismo o el conservadurismo, aunque el especialista en ciencias políticas James Fowler, de la Universidad de California, en San Diego, opina que es la decisión de votar, en lugar de quedarse en la casa el día de elecciones, lo que tendría origen genético.
Es evidente que el acto de votar posee una dimensión emocional. Por ejemplo, los votantes tienen algún grado de confianza en su candidato. Esto sugiere que podrían estar involucrados dos genes muy estudiados: el 5HTT y el MAOA, que participan en el control de los niveles de la serotonina, un neurotransmisor que influye en las áreas cerebrales relacionadas con la confianza y la interacción social.
Las personas que poseen versiones más eficientes de ambos genes tienden a ser más sociables. Según la hipótesis de Fowler, esas personas deberían ser más propensas a votar. En un estudio publicado en The Journal of Politics, Fowler lo confirma. Con datos sobre 2500 estadounidenses demostró que aquellos con versiones del gen MAOA capaces de regular mucho mejor el neurotransmisor son 1,3 veces más propensas a votar que los que tienen una versión menos eficiente. El 5HTT por sí solo no mostró semejante efecto.
Muchos otros genes podrían también influir en las decisiones políticas. En abril último, durante la reunión anual de la Midwest Political Science Association , en Chicago, Ira Carmen, de la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, habló sobre el gen D4DR, que regula los niveles de otro neurotransmisor: la dopamina. En exceso, ésta puede provocar el trastorno obsesivo- compulsivo. Por lo tanto, Carmen sostuvo que podría estar relacionada con la necesidad de imponer orden en el mundo. Si esto es así, los portadores más frecuentes de esas variaciones del D4DR deberían ser los conservadores.
Por Jim Giles De New Scientist
La ideología se refleja en la actividad cerebral
NUEVA YORK ( The New York Times ).- En septiembre último, el neurocientífico David Amodio, de la Universidad de Nueva York, demostró que es posible medir las diferencias entre conservadores y liberales a través de la actividad cerebral.
Cuarenta personas realizaron una prueba sencilla, en la que debían presionar un botón cuando cierta letra aparecía en la pantalla de una computadora. Según el estudio, publicado en Nature Neuroscience , la letra aparecía la mayoría de las veces, por lo que los participantes aprendieron rápido a responder al estímulo. Sin embargo, una de cada cinco veces aparecía una letra distinta, pero muchos participantes seguían apretando el botón accidentalmente.
La capacidad de resistir al hábito de presionar el botón es una analogía de la capacidad individual de manejar fuentes de información que muchas veces son contradictorias. De hecho, Amodio halló una relación entre la fuerza que poseerían las ideas liberales y los resultados de la prueba.
Es más, pudo asociarla con la actividad cerebral de los participantes, a los que les colocó electrodos sobre el cráneo para registrar ciertas alteraciones. Según los registros obtenidos, los liberales tenían una mayor actividad cerebral que los conservadores cuando debían resistir a presionar el botón y también inmediatamente después de cometer un error. Y cuanto mayor era la actividad cerebral, mejor era su rendimiento en varias rondas de la prueba. Para Amodio, los mecanismos cerebrales básicos serían los que distinguen las mentes liberales de las conservadoras.

Encuestas (otra vez) bajo sospechas

Sugestivas diferencias
Dime quién te contrata y te diré cómo encuestas
Varios cambian la respuesta "regular"

¿Alguna vez se preguntó por qué encuestas que miden lo mismo tienen resultados tan diferentes?
En algunos casos la imagen del político de turno sube; en otros, baja. En otros se da por ganador a fulano o a mengano, y por más o por menos puntos. Aunque el tema o personaje por medir sea el mismo, cada consultora usa metodologías que pueden cambiar drásticamente los resultados de sus encuestas. Eso se ve por estos días en los sondeos que miden la imagen presidencial.
La última semana, una encuesta de la consultora Poliarquía le dio a Cristina Kirchner 47 puntos de imagen positiva. Un número llamativamente bajo para el promedio kirchnerista. Enseguida, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, respondió con cuatro encuestas (de las empresas OPSM, CEOP, Ricardo Rouvier y Analogías, que habitualmente realizan trabajos para el Gobierno) que le asignan entre 65 y 67 por ciento de imagen positiva.
Con los sondeos en la mano y el testimonio de los propios encuestadores, LA NACION descubrió que esa gran brecha entre un número y otro se debe a una simple diferencia metodológica: mientras Poliarquía incluye la categoría "regular" en su pregunta, las otras empresas lo desdoblan en "regular bueno" o "regular malo" o bien usan categorías dicotómicas que no incluyen el "regular", que así pasa a engrosar los números de imagen positiva y negativa.
Según Poliarquía, el 47% de los entrevistados tiene una imagen "buena" o "muy buena" de la Presidenta, un 19% mantiene una impresión "mala" o "muy mala" de ella y una gran franja del 27% la evalúa de modo "regular". Si se infiere que, obligados a definirse, la mitad de ese 27 por ciento (13,5) se inclinaría por una calificación positiva, rápidamente se llega al 60 por ciento de imagen favorable, que podría subir al 65 si la tendencia entre los "neutros" fuera más positiva que negativa. Así de fácil.


Suspicacias
El tema, por supuesto, da lugar a suspicacias sobre las motivaciones políticas para usar un sistema que sube la imagen positiva de la Presidenta o usar otro que la baja, aunque, claro, los analistas consultados por LA NACION se preocuparon por rechazarlas con razones puramente metodológicas.
"La nuestra es una escala muy probada, y además usar el «regular» le permite al entrevistado definirse por el más o menos, una respuesta típica en las encuestas y que da lugar a una opinión intermedia", consideró Eduardo Fidanza, director de Poliarquía. Artemio López (el blog de Artemio) y Carlos Fara siguen el mismo criterio.
Del otro lado, Analía del Franco (de Analogías) y Roberto Bacman (de CEOP) defendieron su método, que usan desde la crisis de 2001. "Yo no uso escalas impares para que la gente no se refugie en el punto medio", señaló Del Franco, que mide la imagen presidencial con muy favorable-favorable-desfavorable o muy desfavorable.
Del Franco reconoció que esas categorías aumentan la imagen positiva, pero recordó que también suben la negativa. "El regular no existe" "El regular no existe, porque la gente siempre tiene en el fondo una opinión positiva o negativa", advirtió Bacman, que usa el mismo criterio que Del Franco.
También Ricardo Rouvier desdobla el regular en positivo y negativo. En cambio, Enrique Zuleta Puceiro, de OPSM, explicó que su consultora (y varias otras) mide, por un lado, los apoyos a la Presidenta con categorías dicotómicas de aprobación-desaprobación y por otro evalúa su desempeño con la escala tradicional que incluye el regular. "En el primer caso, la Presidenta tiene una aprobación de 66 por ciento [es el resultado que difundió Fernández]; en el segundo su nivel de desempeño es del 47 por ciento, el mismo número que le dio Poliarquía", contó Zuleta Puceiro.
Pero el dato nada menor de usar o no el "regular" no es el único que puede variar varios puntos el resultado de un sondeo. En el gobierno de Cristina Kirchner sucede lo mismo que en el de su esposo: su imagen favorable crece en el interior del país y baja en los grandes centros urbanos.
Así, una encuesta realizada sólo en las ciudades los favorecerá menos que otra que llegue a los pueblos y pequeñas localidades del país. Pero un sondeo que incluya el interior profundo es muy costoso. "Cuesta 100.000 pesos, y el único que paga tanto es el Gobierno", confiaron a LA NACION dos analistas que trabajan para el oficialismo.
Así, el Gobierno es el único que contrata el tipo de encuesta que más lo favorece. En síntesis, las encuestas pocas veces mienten; el secreto está en la manera en que preguntan.
Por Laura Capriata De la Redacción de LA NACION

Los sondeos en el mundo
En el mundo globalizado de las encuestas, las consultoras internacionales usan por igual la escala tradicional y la dicotómica. "Depende del tipo de análisis. Tenemos una medición que incluye 5 categorías, donde el regular equivaldría a un 3, pero también usamos otra dicotómica con Aprueba-Desaprueba", señaló Ricardo Hermelo, director de Opinión Pública de TNS Gallup Argentina.
En la filial uruguaya de la consultora Mori Internacional dieron una respuesta parecida, aunque ellos emplean una categoría dicotómica y otra numérica, que va del 0 al 10 para medir la simpatía hacia un político.
En cambio, en la
sede argentina de Mori, igual que en la de Ipsos, desterraron las categorías intermedias. "Si alguien tiene una opinión regular, le repreguntamos para forzarlo a que se defina por positivo o negativo", contó Guzmán Elola, gerente de Mori Argentina.