lunes, 17 de agosto de 1998

Debate televisivo de la Alianza


De la Rúa y Fernández Meijide estuvieron frente a frente, pero no polemizaron
Coincidencias entre los precandidatos de la Alianza
Hablaron sobre desempleo, gobernabilidad, educación y corrupción; él remarcó su experiencia en la función pública; ella propuso a Caritas para manejar los fondos de políticas sociales.
Fuente: La Nación
Fernández Meijide y De la Rúa anoche en "Bajo Palabra", el programa que conduce Joaquín Morales Solá en Canal 9
Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide participaron anoche de lo que debía ser el primer debate televisado entre ambos en la campaña que los llevará hacia las elecciones internas de la Alianza, el próximo 29 de noviembre.
Pero los precandidatos presidenciales no debatieron. Por el contrario, se esmeraron por mostrar sus coincidencias y hasta aprobaron las palabras del otro.
Joaquín Morales Solá, el conductor del programa "Bajo palabra", de Canal 9, sólo ofició de coordinador del encuentro, sin hacer preguntas ni evaluaciones finales.
De la Rúa y Fernández Meijide hablaron sobre los cuatro temas que habían sido acordados previamente: desempleo, gobernabilidad, educación y corrupción.
Muchas de las ideas que expusieron fueron las mismas que contiene la Carta a los argentinos, que fue presentada por la Alianza hace una semana.
De la Rúa volvió a prometer que bajará la desocupación a un 6 por ciento, y Fernández Meijide agregó que la creación de puestos de trabajo dependerá del crecimiento de las exportaciones.
Ambos enfatizaron en la necesidad de que sean aprobadas las leyes de financiamiento de los partidos políticos y de ética pública como mecanismos para combatir la corrupción.
Fernández Meijide propuso poner en manos de Caritas el manejo de los fondos para políticas sociales del Estado.
De la Rúa insistió en su proyecto de crear la figura del fiscal especial para investigar hechos de corrupción.
El análisis de la noticia
El debate que no fue
Por Graciela Mochkofsky
Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide llevaron anoche al extremo la promesa de no mostrarse enfrentados durante el primer debate televisado de la campaña interna de la Alianza.
Tanto que, sólo en el último minuto de la hora que duró el programa "Bajo palabra", por Canal 9, el jefe radical recordó por qué estaban allí: "Estoy confiado de encabezar la fórmula de la Alianza". No hubo desacuerdo alguno entre los precandidatos.
Fernández Meijide, que había impulsado la realización de éste y otros encuentros similares como método para asegurarse una campaña austera y efectiva, apareció nerviosa y poco espontánea.
De la Rúa, que se había visto obligado a aceptar el convite contra su voluntad, se mostró tranquilo y con un lenguaje coloquial.
La candidata del Frepaso había preparado su discurso con cuidado; llevaba sus ideas y propuestas escritas sobre fichas de papel y por eso, en varias oportunidades, le sobró el tiempo asignado por el conductor, Joaquín Morales Solá. El jefe radical, en cambio, no parecía haber llevado un discurso preparado y se excedió en los tres minutos que Morales Solá les ofreció para plantear cada uno de los temas, y en los dos que tenían para completar sus ideas.
Fernández Meijide expuso propuestas, como cuando habló de poner en manos de Caritas el manejo de los fondos para políticas sociales, o de reorientar dineros contemplados por el presupuesto nacional para financiar la educación.
De la Rúa se concentró en mostrar sus cartas credenciales: remarcó su carácter de jefe de Gobierno porteño y ex legislador y recordó sus encuentros con líderes extranjeros en recientes viajes al exterior (mencionó dos veces su encuentro con Yasser Arafat en Israel).
Pero no ofreció más propuestas concretas que las de poner en manos de un fiscal especial la investigación de hechos de corrupción en un futuro gobierno de la Alianza.
Porque no había ido allí para eso. Sabía que tenía mucho más para perder que para ganar, y por eso se había resistido a participar del encuentro. Prefería continuar con el estilo de campaña que viene realizando, apoyado en el partido radical, en su gestión de gobierno y viajando por el interior.
Creía, como su rival, que no era bueno para la Alianza que se los viera enfrentados, cada uno detrás de un atril como si sólo fueran contrincantes.
Fue por eso que ambos se permitieron asentir ante las afirmaciones del otro, e incluso retomar sus ideas con la introducción "...como dijo muy bien Fernando", o "...algo muy importante que dijo Graciela".
De los cuatro temas que se trataron durante el programa, De la Rúa había elegido el segundo, la gobernabilidad, como su mayor apuesta. Sin embargo, los cinco minutos fueron mucho y repitió ideas.
Cuando llegó el momento de hablar sobre corrupción, el jefe radical hizo una referencia indirecta al escribano Jorge Gómez, a quien separó del Gobierno de la Ciudad la semana última por estar sospechado de haber pedido una coima. "En el Gobierno de la Ciudad combatimos la corrupción", dijo.
Curiosamente, señaló como virtud de su gestión el contrato por la recolección de basura en la Capital, uno de los que ha sido más cuestionado por la oposición y que dio origen a una causa judicial.
No hubo fuego
Fernández Meijide ni siquiera mencionó esos casos. Confiaba en salir ganadora en los temas que ella había elegido: la corrupción y la educación. Sólo cuando habló de lo segundo ofreció propuestas concretas.
Cuando las cámaras se habían apagado, al final del programa, Fernández Meijide dijo a De la Rúa lo que fue la síntesis del mismo: "El que esperaba ver fuego, se quedó con las ganas". No quedó claro cuál había sido el objetivo de un encuentro entre quienes mostraban tanta voluntad por coincidir.

miércoles, 12 de agosto de 1998

El país que se viene

Si yo fuera presidente...
Por Domingo F. Cavallo
En estos días algunos políticos se desgarran las vestiduras para expresar su acuerdo o desacuerdo con el llamado "modelo". Es lógico: estamos entrando en campaña electoral y cada cual quiere sacar ventaja según su mirada o especulación.
Con la serenidad de saber que he sido uno de los protagonistas de este formidable cambio que vivió nuestro país en materia económica en los últimos años, me animo a decir, con respeto, que se trata de una discusión abstracta. Y acaso trivial, cuando estamos a las puertas de decidir quién va a gobernar la Argentina del siglo XXI.
Los argentinos tenemos cierta predisposición al dramatismo. Por eso, pienso que es necesario insistir en que, con dolor, voluntad y esfuerzo, estamos llegando al fin de siglo con un consenso sólido. Para que la Argentina fuera viable como país independiente y soberano en un mundo globalizado, era imprescindible contar con una democracia firme y una economía estable. Y lo logramos.
Pero estos años también sirvieron para llegar a un diagnóstico común. Nos demostramos a nosotros mismos que la estabilidad era posible, aunque en el camino tuvimos que aprender, muchas veces con estupor, que estábamos rodeados de monopolios con oscuros intereses en el poder y que la corrupción no era una mera anécdota para contar en mesas de café. Era necesario correr el velo de la impunidad. Y esto también lo logramos.
Libertad y autonomía
Sobre estas bases es que quiero esbozar al menos algunas respuestas acerca de qué país necesitamos los argentinos para vivir mejor, más que delinear un perfil de cómo debe ser el próximo presidente.
Y, en este sentido, es imprescindible que no nos engañemos. Ni la ciencia económica resuelve todos los problemas, ni las promesas exageradas que muchas veces se hacen en las campañas electorales sirven ya para una Argentina que tiene todas las posibilidades de dar el gran salto hacia el futuro.
Todos conocemos los males que nos aquejan y que no son ajenos a lo que sucede en el resto del mundo: la desocupación casi como un mal endémico, la educación en crisis, los sistemas de salud cada vez menos interesados en el bienestar de la gente concreta y la inseguridad física frente a una realidad cada vez más violenta y, a veces, hasta irracional. Este cuadro de situación me lleva a formular una primera e íntima convicción: el próximo presidente no podrá ser un improvisado dirigente que prometa imposibles y especule con las necesidades urgentes de la sociedad.
El país que se viene y los dirigentes que lo encarnen deben creer, en serio y sin demagogias, en una verdad que muchas veces sólo se declama: lo mejor que tenemos en la Argentina es la gente y su creatividad.
Creo sincera y cabalmente en esta idea y estoy convencido de que el próximo presidente de los argentinos tiene una casi exclusiva y central responsabilidad: abrir las puertas para que la ciudadanía pueda expresar con creatividad, en el día a día y no sólo en el momento de votar, el país que nos merecemos. Por eso, el próximo jefe de Estado tiene que ser el gran organizador de la libertad y la autonomía de la sociedad; ser el garante de la reconstrucción del tejido de una sociedad civil que, desdichadamente, a lo largo de nuestra historia fue débil frente a las corporaciones.
De abajo para arriba
En la Argentina siempre se pensaron las soluciones de arriba para abajo. De arriba venían los planes, los proyectos y las obras. Con muchas normas y reglamentaciones. Atravesando una burocracia ineficiente y una corrupción estructural que se quedaba con no menos del 40 por ciento de los recursos que se destinaban a la sociedad. A nadie le interesaba pensar si verdaderamente se satisfacían las necesidades reales de la gente. Eso es lo antiguo y no dio resultado.
Necesitamos un país que marche hacia la descentralización integral, que no significa otra cosa que fortalecer el poder del propio ciudadano, sea en sus organizaciones espontáneas, en los municipios o en las provincias. Porque el Estado no tiene que apoyar a las corporaciones. Debe apoyar directamente a la gente. Deben ser los ciudadanos quienes reciban los fondos para mejorar la escuela, el hospital o la comisaría. Porque sólo la gente garantiza un control directo sobre la gestión.
Por eso es imprescindible abrirse a la creatividad de los ciudadanos y abolir tantas normas que nos han impedido crecer. Como en el caso de las pequeñas y medianas empresas, las únicas hoy capaces de generar empleo en gran escala, pero que actualmente se ven condenadas a un régimen perverso: no tienen acceso al crédito y, si lo tienen, es carísimo. Es por eso, también, que hay que cambiar la legislación y hacer leyes que se pueden cumplir, y no leyes que haya que eludir. Lamentablemente, en la Argentina se ha legislado mucho para las grandes corporaciones, sean empresarias o sindicales. Y así es como la iniciativa de los argentinos fue reprimida y amansada.
El próximo presidente tiene ese desafío en las manos. Abandonar las retóricas aburridas, las discusiones abstractas y el chicaneo político. Tiene que hablar menos y hacer más. Para construir un país en libertad que permita expresar y desarrollar la creatividad de su gente.
El autor es diputado nacional (Acción por la República).

Lo que espera la gente

Si yo fuera presidente...
Por Graciela Fernández Meijide
Con el cambio de gobierno se abrirán grandes posibilidades para nuestro país. La estabilidad política y económica y el contexto internacional juegan en favor de un desarrollo productivo y social como no hemos visto desde hace décadas en la región y en la Argentina. Y a partir de 1999 se removerá un obstáculo que hoy está impidiendo aprovechar plenamente estas posibilidades: la mala administración, que se expresa en la baja calidad de las políticas públicas y de los servicios que presta el Estado (o directamente su ausencia) y la incapacidad del actual gobierno para revertir esta situación y generar condiciones para que la gente pueda educarse, pueda recurrir a la Justicia en defensa de sus derechos, pueda acceder a empleos de calidad y bien pagos, para que nuestros productos encuentren mercados y puedan competir con éxito en el comercio internacional.
El gran desafío que tenemos por delante como nación es modificar de raíz esta situación y construir un buen gobierno, que termine con la corrupción, que haga un uso transparente de los recursos públicos, desarrolle eficientes políticas de estímulo al empleo y las exportaciones y preste buenos servicios de educación, salud, seguridad y justicia.
El actual gobierno cree que la concentración de la riqueza y la debilidad del Estado son los dos pilares de una economía de mercado. Y ante las consecuencias evidentes de su política se debate entre recetar "más de lo mismo" y agregar una "pata social" a esta receta. La experiencia de todas las naciones desarrolladas muestra que este camino es equivocado, que para crear mercados competitivos y eficientes son necesarias instituciones públicas y de gobierno también eficientes. Para peor, al haberse deteriorado las instituciones durante estos años, se instalaron niveles alarmantes de corrupción y exclusión.
En cada pueblo que visito, la gente me dice que se siente abandonada y humillada, que no se la tiene en cuenta, que los gobernantes se ocupan de sus propios intereses.
¿Cómo hacer valer los derechos y los intereses de la inmensa mayoría de los argentinos que no se resignan a ser considerados ciudadanos de segunda? No voy a prometerles que todos los problemas se van a resolver de la noche a la mañana. Sí me comprometo, si soy presidenta, a convocar a las mujeres y hombres más capaces, sin importar las banderías, con el solo requisito de que sean honestos y estén comprometidos con cambiar las cosas, para hacer un buen gobierno que trabaje para todos.
Defender el bien común
Un buen gobierno es la clave para lograr la competitividad que el mundo contemporáneo exige. Con él podremos revertir la exclusión de un número creciente de argentinos, la concentración del ingreso, la primarización de nuestra economía y la desconfianza de los inversores y los ciudadanos en general respecto de la estabilidad de las reglas de juego y el cumplimiento de la ley igual para todos. Un buen gobierno podrá mejorar la calidad de la educación pública y privada, para que vuelva a ser un instrumento de inclusión y de ascenso social, y los hijos no estén condenados a tener una expectativa de vida igual o peor que la de sus padres. Un buen gobierno podrá derrotar el desempleo, sin crear roles clientelares y falsas soluciones, promoviendo la generación de empleos de calidad y bien pagos.
El futuro gobierno deberá crear amplios consensos y enfrentar las resistencias de los que hoy se benefician de la corrupción y los negocios con ganancias garantizadas por mercados monopólicos u oligopólicos. Deberá actuar con firmeza y convicción para reconstruir la capacidad del Estado de defender el bien común. Porque es tiempo de que haya un gobierno para todos. Este es el objetivo de la Alianza y es mi compromiso personal.
La autora es diputada nacional (Alianza).
Fuente: La Nación

lunes, 10 de agosto de 1998

La corrupción, en la agenda electoral

La carrera hacia 1999
Demanda: según los encuestadores, la transparencia de los funcionarios es una de las preocupaciones de la gente.
Lunes 10 de agosto de 1998
A principios de esta década el sindicalista Luis Barrionuevo sugirió que en la Argentina había que dejar de robar, por lo menos, por dos años.
Han pasado ocho años de aquel episodio y su particular interpretación parecería haberse convertido en un clamor al tratar de responder políticos de todos los colores con promesas para atacar la corrupción.
Encuestadores y politicólogos coinciden en señalar la corrupción como una de las cuestiones prioritarias sobre las cuales girará el discurso político de los candidatos a la presidencia el próximo año.
Sin embargo, hay a quienes este dato no los deja muy conformes. "Lo que debería ser una condición de mínima: el comportamiento ético, se ha convertido en una condición de máxima", asegura Graciela Römer.
La encuestadora juzga como una "señal de devaluación de la política" que la discusión gire en torno de lo que ella considera como algo indispensable para quienes ejercen funciones públicas: la trasparencia.
Semanas atrás, el presidente Menem replicó uno de los principales argumentos del Frepaso contra su gestión. Acusó a "algunos dirigentes que dicen preocuparse por luchar contra la corrupción" de "agitar las aguas para que parezcan profundas, cuando en realidad sólo flotan en la declamación superficial".
Su preocupación por desarmar las acusaciones de la oposición responde a una razón: en los sondeos de las encuestadoras la corrupción aparece como uno de los principales problemas del país. Sólo el desempleo la supera en el "ranking" de los desvelos de los argentinos.
Por caso, en las consultas realizadas por Gallup acerca de cuáles son las preocupaciones de la gente, la corrupción ocupa el segundo lugar desde diciembre de 1995, siempre detrás del desempleo. Según el sondeo, las sospechas sobre la gestión de los funcionarios fueron la principal preocupación de la gente en abril de 1994 y en agosto de 1992.

Agenda de campaña
Hoy, la Argentina trepó hasta el puesto 16 en el "ranking" de los países considerados como más corruptos y los especialistas coinciden en que será uno de los principales temas de campaña.
"La decisión de los electores es compleja. Influye una variedad de factores, entre los que están los económicos y la necesidad de una mayor ética de parte de los funcionarios", explica el encuestador Ricardo Rouvier.
Según su análisis, el fáctor ético está creciendo en importancia y "puede llegar a ser un elemento decisivo en las próximas elecciones". Rouvier también considera que si la discusión política finalmente termina girando alrededor de estas cuestiones "la oposición tendrá una ventaja comparativa sobre el oficialismo".
Fuente: La Nación

sábado, 1 de agosto de 1998

Apoyos a pesar del escándalo

Crónicas norteamericanas
Hasta las feministas apoyan al presidente
Por Mario Diament

MIAMI.- La fatigante investigación sobre las relaciones del presidente Bill Clinton con la pasante Monica Lewinsky ha tenido la virtud de exponer un fenómeno novedoso: en proporciones notables, las mujeres se han mostrado mucho más tolerantes que los hombres respecto de lo que pudo haber sucedido en la ilustre intimidad del Despacho Oval.
Mientras muchos comentaristas masculinos en la prensa se indignan ante lo que advierten como una corrupción moral de la institución presidencial (precisamente ayer, en The New York Times, A. M. Rosenthal se lamenta del negativo legado que Clinton dejará en la Casa Blanca, columna que se reproduce en esta misma página), las mujeres, desde un icono feminista, como Gloria Steinem, pasando por escritoras como Susan Faludi y Erica Jong, periodistas como Larissa MacFarquhar y Tina Brown, y hasta empleadas y amas de casa, se han negado a ver el escándalo como otra cosa que un intrascendente desliz agigantado por intereses políticos.
Proveyendo el tono para el sentir de muchas, la escritora Erica Jong sentenció enfáticamente: "Prefiero mil veces a un presidente activo de la cintura para abajo que a un cerdo fascista como Ken Starr". Cambio cultural
Después de haber convertido a Anita Hill en la abanderada de la lucha contra los abusos padecidos por las mujeres en el trabajo, parecía natural esperar un activismo enardecido en el caso de un hombre como Clinton, cuya fama de mujeriego ha teñido buena parte de su carrera política. Pero las mujeres se las han ingeniado una vez más para sorprender a todo el mundo y romper los esquemas.
"Creo que ha habido un cambio en el clima cultural desde la época de las audiencias de Anita Hill y Clarence Thomas", dice Katie Roiphe, autora de "La mañana siguiente", un libro acerca del acoso sexual en las universidades. "La gente está reaccionando contra esta clase de vigilancia policial a la actividad sexual; creo que hemos cambiado drásticamente de dirección. Y de pronto aparece este presidente viril, que parece materializar la fantasía prohibida del varón agresivo y me parece que las mujeres encuentran esto atractivo."
Lo que Roiphe desnuda es que la ola de simpatía femenina por Clinton va mucho más allá de la mera tolerancia de sus pecadillos. Algunas mujeres no han vacilado en admitir que cambiarían gustosamente el lugar con Monica Lewinsky y perciben al ocupante de la Casa Blanca casi como un trofeo sexual.
Tina Brown, la renunciante directora de la revista New Yorker, describió así su encuentro con Clinton, durante la cena en honor del primer ministro británico, Tony Blair: "Su hechizo es indescriptible... Un hombre vestido de etiqueta, con más electricidad que cualquier otra estrella en la habitación..."
Y Nina Burleigh, una ex reportera de Time que cubría la Casa Blanca, recuerda una partida de naipes con Clinton, a bordo del avión presidencial: "El pie del presidente, leve, y presumiblemente por accidente, rozó el mío bajo la mesa. Su mano tocó mi muñeca mientras repartía las cartasÉ Cuando me puse de pie y estreché su mano al final de la partida, sus ojos deambularon sobre mis piernas desnudas, trabajadas a fuerza de pedalear la bicicleta. Mientras me alejaba, un pensamiento cruzó mi mente: el presidente me encuentra atractiva". Objetivos políticos
Para muchos conservadores, la explicación de la exculpación femenina de Clinton enmascara claros objetivos políticos: Clinton es el presidente que mejor ha defendido los temas típicamente liberales, como el derecho al aborto, la tolerancia a la homosexualidad y la cobertura médica universal. De la misma manera, se alinearon con Anita Hill por oponerse a la nominación de un juez ultraconservador como Clarence Thomas.
Pero las mujeres no parecen advertir nada de malo en esta actitud. Muy por lo contrario, en respuesta a una nota de tapa de la revista Time, preguntándose si el feminismo había muerto, Erica Jong reflexiona: "Por años, la gente se preguntaba cuándo nos despabilaríamos políticamente. Cuando por fin lo hacemos, Time proclama que el feminismo ha muerto".
Tal vez lo que está sucediendo es que después de dos décadas de combate y trinchera, las feministas sienten que han ganado suficiente terreno como para volver a ocuparse libremente de la sexualidad. Camille Paglia, una profesora de Humanidades de la Universidad de las Artes, en Filadelfia, conmocionó al establishment feminista en 1990 cuando, en su libro "Sexual Personae", argumentó que los hombres son en realidad "el sexo débil", porque su eterno deseo por el cuerpo femenino los despoja de todo poder real. "La sexualidad femenina es la fuerza más poderosa de la humanidad", escribió.
En el presente debate sobre quién hizo qué en la Casa Blanca, las mujeres parecen estar ejercitando su recientemente adquirida "libertad de perdonar", según la definición de la escritora Susan Faludi. Una libertad que, mal que les pese a muchos hombres, sólo es atributo de los poderosos.
El autor es un periodista y dramaturgo argentino que dirige el programa de máster en Periodismo de la Universidad Internacional de la Florida.

domingo, 26 de julio de 1998

Recrudece la rivalidad interna en la Alianza

La carrera hacia 1999
Fernández Meijide calificó con 6,5 puntos su relación con De la Rúa; dijo que su rival político se "victimiza"
Graciela Fernández Meijide recordó ayer, por un minuto, sus tiempos de profesora de francés, y calificó con un "bueno", equivalente a "6,5 puntos", la relación con su rival interno de la Alianza, Fernando de la Rúa.
No es arriesgado suponer que el puntaje irá bajando en los próximos meses, hasta que la elección interna del 29 de noviembre quite a alguno de los dos dirigentes de la carrera por la candidatura a la presidencia.
La rivalidad no es nueva, pero había sido desplazada por la pretensión de Carlos Menem de participar de la próxima competencia a la primera magistratura. Con él fuera del centro de la escena y la lucha interna del PJ recuperando su aspecto normal, la competencia entre los socios de la Alianza no tiene obstáculos para continuar.
El último motivo de discordia fue un spot televisivo que el jefe de la UCR grabó hace diez días para "exhortar" a Carlos Menem a renunciar a sus aspiraciones reeleccionistas. Chacho Alvarez consideró que se trataba de propaganda política encubierta, como lo fueron, para él, los avisos televisivos de De la Rúa sobre su gestión municipal.
Fernández Meijide señaló ayer que el spot televisivo mostraba a su competidor con la bandera argentina de fondo y en pose presidencial. "Yo no lo hubiera hecho", lo criticó.
Sólo si el Frepaso y la UCR "acuerdan rápidamente las reglas" para la campaña, la relación entre los candidatos merecería "un 10", afirmó Fernández Meijide por Radio Mitre. El reclamo no es nuevo: el Frepaso espera que sus socios presenten una contrapropuesta al código de competencia interna que redactó hace dos meses. Pero el radicalismo se niega a aceptar dos de sus cláusulas: la limitación temporal y monetaria de la campaña.
"Víctima"
Antes de comenzar una gira por Israel, anteayer, De la Rúa acusó al Frepaso de boicotear su gestión municipal desde la Legislatura, y señaló a Gustavo Beliz, de Nueva Dirigencia, como un instrumento de esa maniobra.
El mismo día, Fernández Meijide le contestó con ironía: "Es la primera noticia que tengo de que Beliz forma parte del Frepaso o de que es manejable". Ayer agregó, durante una caminata por Palermo, que "hemos votado siempre juntos todas las leyes que se necesitaban. No es un problema real, sino una táctica de victimización".
La Alianza "debe mostrar que se puede hacer política con austeridad, sin campañas costosas y con total transparencia de la procedencia de los fondos que se gasten", insistió Fernández Meijide.
Rafael Pascual, jefe de campaña de De la Rúa, le contestó, en ausencia de su jefe, que la competencia para la elección interna tendrá dos instrumentos "centrales":la aparición mediática y la propaganda política. "El Frepaso quiere ahorrarse la propaganda -protestó-. No coincidimos."
Pascual confirmó que su candidato estuvo de acuerdo con la propuesta de Carlos "Chacho" Alvarez de realizar una serie de debates televisivos y radiales entre Fernández Meijide y De la Rúa, pero aclaró que no los considera suficientes. "Los programas políticos no superan los 10 puntos de rating. Salvo que los hagan con Susana Giménez, no van a llegar a todos", evaluó.
Rodolfo Rodil, jefe de campaña de Fernández Meijide, explicó que la intención del Frepaso es que los precandidatos se enfrenten solos (los radicales propondrán que cada uno lleve sus equipos) en los principales programas de TV y radio de la Capital Federal y las principales ciudades del interior.
"No vamos a inventar una Graciela muy distinta a la que todos conocen -indicó Rodil-. Queremos que se debatan ideas y se confronten perfiles, que son claramente distintos, en un grupo de ideas básicas de la Alianza. Las prioridades serán la lucha contra la corrupción, la revolución educativa, la generación de empleo y el nuevo papel del Estado, con organismos de control y un equilibrio de las inequidades del mercado."
De la Rúa hará hincapié, según Pascual, en "su gestión de gobierno y su trayectoria. La diferencia entre ambos es sustancial".
Unos y otros se esforzaron por remarcar que "la Alianza no se rompe" por la competencia entre sus candidatos. "Estamos en vísperas de una elección interna presidencial. No hace falta que sean amigos íntimos", opinó Pascual.

Disensos que se escondían
"El proyecto reeleccionista de Menem escondía los disensos. Ahora, sin la reelección de por medio, la Alianza tendrá que dar a conocer cómo piensa gobernar, cuál es su propuesta y con qué instrumentos contará", afirmó un diputado de la UCR de Córdoba.
En la Alianza, la ofensiva antirreeleccionista tapaba todo, aun cuando dejara entrever las diferencias que existen entre radicales y frepasistas (en especial, entre Fernando de la Rúa, Graciela Fernández Meijide y Carlos "Chacho" Alvarez) y las chicanas políticas que pusieron en práctica desde uno y otro sector para perjudicar, comprometer o deteriorar al candidato de la otra parte.
"A la Alianza le llegó el turno de hacer política. Pero política para ganar las elecciones, no para convertir la lucha interna en el eje del universo", dijo un hombre del radicalismo con cierto dejo de preocupación por lo que interpreta como un signo de inacción. Como tal, son leídos, entre otras señales, los renovados ataques de Fernández Meijide a De la Rúa.
La segunda reelección de Menem ahora parece tener el destino (¿definitivo?) de una reforma olvidada.
El tiempo es veloz
Por aquello de que el tiempo es veloz , los hechos comenzaron a darle la razón al legislador radical cordobés. En la Alianza abundan las indefiniciones, sobran las diferencias por la puja interna y falta quien unifique las decisiones y haga conocer cuál es el proyecto para gobernar.
De la Rúa acusó al Frepaso de utilizar a Gustavo Beliz para atacarlo. Fernández Meijide, en una conferencia de prensa, lo desmintió al afirmar: "No voy a utilizar la gestión en la Capital para hacer mi campaña". Con lo que está diciendo que la gestión del radical ofrece flancos para aprovechar y, naturalmente, de ello toma nota el PJ, que lo recibe en bandeja de plata.
Para el Frepaso, la vida es una conferencia de prensa o, si se puede, nada resulta mejor aún que la política mediática o, como la define Giovanni Sartori en su libro Homo Videns, la telepolítica , un terreno en el que Alvarez y Fernández Meijide se sienten cómodos. Y hacia allí arrastran a De la Rúa.
Tal vez, todo esto podría ser relativizado si no fuera por datos que claramente exponen diferencias importantes y ausencia de definiciones.
Periódicamente cambian de idea acerca de los mecanismos para elegir o definir la fórmula presidencial. "Elecciones", dice Fernández Meijide. "Un acuerdo global", según Chacho Alvarez. Otra vez "elecciones internas", de acuerdo con las palabras de De la Rúa. Elecciones internas, pero sin cerrar la posibilidad de que Fernández Meijide, si ocupa el segundo lugar, vaya a competir por la gobernación de Buenos Aires.
Hasta hace un rato ésa era la cambiante situación. Ya es difícil imaginar si no se está modificando nuevamente.
"¿Con quién hablamos?"
Al parecer, hubo algunos dirigentes de Corrientes y de Jujuy que trataron de llegar a un acuerdo con De la Rúa, pero no encontraron la respuesta esperada. "No hubo definición", dijeron en la UCR. Chacho Alvarez se enteró y se reunió con uno de esos dirigentes.
"¿Cómo podemos acordar en la provincia? Lo que el Frepaso puede ofrecer lo definimos ya mismo", le dijo Alvarez al correntino, que se quedó con una pregunta:"Si los autonomistas y los liberales, juntos o por separado, quieren acordar con la Alianza, ¿con quién hablamos?" Los acuerdos con los partidos provinciales son un terreno sombrío, confuso, tanto para la Alianza como para el Partido Demócrata, de Mendoza; el Movimiento Popular Jujeño o el Partido Demócrata Progresista, en Santa Fe.
¿Quién se encarga de definir esos acuerdos? ¿Con quién se resuelve, cómo se integrarán? Porque algunos, por ejemplo el demócrata de Mendoza Carlos Balter, parece dispuesto a apoyar la fórmula aliancista, pero quiere que la coalición lo respalde para ser gobernador.
No se termina de definir qué hará la Alianza, ni qué harán de acuerdo con las previsiones sobre los resultados de la disputa interna partidaria.
Para el mes próximo estaba previsto presentar los acuerdos con otras fuerzas; hasta ahora nada parece seguro.
En septiembre, la coalición debe tener los padrones para las elecciones internas abiertas del 29 de noviembre y, según las fuentes consultadas, todavía no están listos.
El problema es de otra dimensión en Buenos Aires, donde los padrones no son suministrados por la justicia electoral sino por los partidos. El justicialismo no entregó los suyos para eliminar a sus afiliados.
De la famosa Carta a los argentinos, ya casi ni se habla. Nada hace suponer que la Alianza esté próxima a dar a conocer algo semejante a las medidas que tomará si llega al gobierno, más allá de lo conocido: mantener la paridad cambiaria y defender la estabilidad económica.
La Alianza, sin la reelección de por medio, aparece como un conjunto de dirigentes partidarios con muchas discordias y un clima de intrigas, sospechas y desconfianzas entre la UCR, que quiere hacer valer su historia y su estructura partidaria, y el Frepaso, que compite como un partido mediático.
Por Atilio Cadorín

Fuente: La Nación