domingo, 22 de noviembre de 2009

Influyentes: los que hablan al oído del poder

Por algo se habla de la soledad del poder. Desde siempre, quienes ocupan los cargos más altos han padecido, pese a las ventajas de su posición, un mal que acecha en las alturas: el vértigo de las decisiones cruciales, aquellas que pueden definir la suerte de un gobierno o de una empresa, o acarrear riesgos importantes como hipotecar, si las decisiones no fueron las correctas, un futuro promisorio. Lo padecieron reyes y caudillos y lo padecen ahora presidentes, dirigentes de peso, oficialistas u opositores, grandes empresarios y sindicalistas. A la hora de marcar rumbos, definir estrategias o destrabar una negociación, confirman que la soledad no es buena consejera y abren el juego de las opiniones para achicar el margen de error. Ahí es donde entran los influyentes, aquellos que por convicción o profesión les hablan al oído a los número uno.

¿Quiénes son, en la Argentina actual, estos modernos consejeros del rey ? ¿Cómo toman las decisiones clave los Kirchner, Mauricio Macri, Francisco de Narváez, Julio Cobos, o Elisa Carrió? ¿Y los empresarios top, del porte de Paolo Rocca, Luis Pagani o Héctor Magnetto, al timón del Grupo Clarín y en plena batalla con el Gobierno?

Todo indica que los poderosos no escuchan una sola voz, más bien recurren a un ramillete de influyentes, técnicos y especialistas, cuyos datos son insumos a la hora de tomar decisiones o construir posicionamientos públicos.

Desde la crisis con el campo o la pulseada por la ley de medios hasta los recientes conflictos sindicales ("¿Cómo nos puede impactar el conflicto en Kraft?", sondeó por mail el presidente de una poderosa aceitera a su asesor estrella, a quien le paga un abono mensual para este tipo de urgencias), esta variada gama de "influyentes" puede aportar desde un expertise profesional ante conflictos puntuales hasta sustento ideológico a la carta para que el cliente salga a escena con el discurso bien afinado.

¿Esto tiene fin o se puede desmadrar? Quiero decir, ¿puede abrir una etapa de paros salvajes?

La pregunta se la hizo esta semana un empresario de primera línea al economista Carlos Melconian. Los hombres de negocios acudieron en los últimos días a su elenco de consulta, preocupados por el recalentamiento del clima social y cómo éste podría disparar una escalada de conflictos en la economía. Los economistas también tuvieron que evacuar otras dudas de las empresas esta semana: "¿Cuánto puede durar el veranito financiero internacional?" o "¿hasta dónde puede llegar el Gobierno con su agujero fiscal"?

Otro que atendió inquietudes durante estos días álgidos fue Daniel Funes de Rioja, el abogado de la UIA, al que los empresarios escuchan antes de decidir sobre cuestiones laborales del peso. La libertad sindical es un tema que preocupa a los líderes corporativos: temen que si prospera el ejemplo de los gremialistas de los subtes, empiecen a proliferar delegados en sus compañías y se multipliquen las demandas.

La hora del pragmatismo

Claro que la consulta a este tipo de expertos que ofrecen soluciones pragmáticas para desafíos puntuales no invalida que -incluso al mismo tiempo- también se convoque a intelectuales que ayuden a pensar y debatir desde otro lugar, sin estar atados necesariamente a la coyuntura política. Aquí entran entonces intelectuales como Santiago Kovadloff -en los últimos tiempos, convocado con frecuencia por popes de los negocios preocupados por los excesos del paradigma criollo de la ganancia fácil- o como Tomás Abraham, el filósofo con quien Hermes Binner mantiene una línea abierta de consulta permanente. También, cómo no, los intelectuales de Carta Abierta, orientados a fortalecer con ideas el día a día de la gestión kirchnerista.

Pero lo cierto es que, por abrumadora mayoría, no son justamente los intelectuales quienes más tallan en las decisiones de la dirigencia vernácula. Caída la confianza en los grandes relatos ideológicos, la era del pragmatismo ha catapultado como gurúes ya no a los pensadores de fondo sino a los dueños de esas pequeñas parcelas de saber que hoy pueden prometer una eficacia apoyada en datos. Como dice Kovadloff, "el reemplazo del ciudadano por el consumidor hace que los políticos y los empresarios busquen expertos diversos, que los ayuden a posicionarse mejor en el mercado de consumidores, no ante los ciudadanos".

En ese terreno, claro, quienes hoy dominan el juego son los economistas (algunos ven en esa primacía una doble marca: la de una sociedad atormentada por la inestabilidad y a la vez, una sociedad para la que la producción de dinero es uno de los valores culturales más altos). Entre las estrellas de los influyentes "económicos" descollan Carlos Melconian, Miguel Angel Broda, Luis Secco, Ricardo Delgado, Miguel Kiguel, Juan Carlos De Pablo y, en menor medida, Ricardo Arriazu (se destacó como hombre de consulta de Franco Macri, y revista en esa generación de empresarios). Difícilmente dirán a quién asesoran: saben que el secreto es parte de su metier , pero muchas de las grandes decisiones del empresariado local llevan su sello.

Detrás de los economistas, siguen consultores y expertos en imagen, al estilo del ecuatoriano Jaime Durán Barba, que no sólo influye sobre Mauricio Macri sino sobre el discurso político de Unión Pro, a tal punto que ha dejado de ser un consultor externo, como lo era al principio, para pasar a ser parte del equipo. Durán Barba, que hace rato viene sosteniendo que la sexualidad y las medidas en torno a ella son parte de la nueva agenda política, fue una figura clave en la decisión de Macri de volcarse en favor del matrimonio gay.

Otros expertos en imagen que hoy también califican como influyentes son Ramiro Agulla -artífice del reciente triunfo de De Narváez- o César Mansilla, dueño de la consultora Nueva Comunicación y número puesto en el mercado de las relaciones públicas, a quien muchos le reprochan que, en su caso, la asesoría en comunicación no excluye las menos transparentes operaciones de prensa. Mansilla ha asesorado a casi todos los políticos de fuste, entre ellos a Binner en las últimas elecciones (que además se nutre, como dijimos, del pensamiento de Tomás Abraham).

En cuanto a los analistas políticos, el ranking de los más escuchados por el estabishment incluye a Sergio Berensztein, Rosendo Fraga, Joaquín Morales Solá, Fabián Perechodnik, Natalio Botana y Carlos Pagni.

Muchos politólogos y economistas cobran un abono mensual, al estilo de una prepaga. Los economistas son los más caros: los top, quienes asesoran a los empresarios más importantes de la Argentina (entre los que figuran algunos de los mencionados más arriba), cobran honorarios mensuales que rondan entre 10.000 y 15.000 pesos. Y por sus charlas y conferencias en empresas o reuniones gerenciales, suelen cobrar entre 8000 y 12.000 pesos. Los analistas políticos, por lo general, cobran la mitad, tanto por el abono como por las exposiciones.

Dueño de una importante consultora, enclavada en el edificio Chacoffi, un clásico de la city porteña, Carlos Melconian es uno de los economistas preferidos por el establishment, a quien escuchan regularmente empresarios del porte de Paolo Rocca, de Techint, o Luis Pagani, de Arcor (se dice que, además, está trabajando en el diseño de un programa económico para Mauricio Macri, en el caso de que se lance a la carrera de 2011). "Lo más importante en este trabajo, para que sea eficaz, es poner a un lado las propias opiniones para analizar fríamente el escenario. En lo personal, no creo haber sido nunca antinada -dice Melconian-, nunca, ni ahora ni antes, hice análisis antikirchneristas, sino análisis objetivos. Y hablo con números: a mitad de mes, mis clientes ya tienen el índice de precios que construimos aquí. Así que para mí, el Indec es una anécdota."

Tal vez los influyentes podrían dividirse en dos grandes grupos: los "militantes", que tienen cercanía y afinidad con el dirigente, aquellos que pertenecen a eso que se da en llamar "el riñón" o "la mesa chica" de una fuerza política, y aquellos que, como los consultores económicos o políticos mencionados antes, participan de manera externa, independiente, y así como asesoran a Kirchner mañana (o el mismo día) lo harán con Duhalde, Macri o con Carrió. Los políticos, en general, se valen de ambas posibilidades para construir y foralecer sus espacios. Y también del impuslo que brindan sus propios cuadros, muchos de ellos ahora diputados electos que mientras esperan el recambio trabajan activamente elaborando propuestas para el largo plazo (ver recuadro).

Entre los influyentes "mesa chica" podría mencionarse al empresario constructor Nicolás Caputo, que no sólo asesora a Mauricio Macri sino que, además, tiene puesta la camiseta de Pro. Así también, Gustavo Ferrari con De Narváez, o Carlos Kunkel, Carlos Zanini y Julio De Vido para el kirchnerismo. Héctor Recalde, el abogado de la CGT, es considerado el principal proveedor de ideas de Hugo Moyano. Muchos los señalan como la materia gris que diseña la sociedad política con los Kirchner o arma artilugios legales para afianzar el monopolio sindical, motivo de los últimos paros de subtes.

El vicepresidente Julio Cobos, atento al pulso de la opinión pública, atiende el consejo de consultores externos que le traen encuestas y con quienes "pelotea" distintos temas. El analista Fabián Perechodnik, de la consultora Poliarquía, es uno de ellos; Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios para una Nueva Mayoría, y un clásico de referencia para la mayoría de los políticos que están hoy en el candelero, es otro. "Sé que influyo en las decisiones porque me lo dicen, pero muchas veces no sé sobre quién", dice Fraga, en alusión a los análisis que distribuye su consultora.

Elisa Carrió -podríamos decir que junto con Binner- es una de las pocas líderes políticas que se interesa por tender puentes con el mundo académico, con el declamado fin de que le aporten ideas nuevas. El instituto Hanna Arendt es una muestra de esta intención. Pero además, Carrió -que no tiene plata para invertir en asesores de imagen ni mucho menos en encuestas- suele incorporar intelectuales a quienes, como en el caso del diputado Fernando Iglesias, les ofrece cargos en el poder político concreto. Un camino similar recorrió el profesor de filosofía Samuel Cabanchik, aunque esa alianza no perduró: Cabanchik pegó el portazo hace poco tras alegar que Carrió no puede escuchar voces disidentes.

Es curioso lo que pasó en el universo K con la influencia magnética que solían ejercer las encuestas y los consultores en tiempos del ex presidente: antes, en tiempos de Néstor Kirchner presidente, los sondeos de opinión eran la verdad revelada; hoy el Gobierno se fue al otro polo y, en ese autismo, parece haber perdido la brújula. La desatención al tema de la inseguridad, una de las prioridades de los argentinos, es un buen ejemplo de esa desconexión.

Un funcionario de la comunicación K lo sintetiza con honestidad brutal: "Hoy más que nunca nadie influye sobre Néstor y Cristina; más bien, es al revés: ellos plantean un debate y luego se buscan los influyentes adecuados o los intelectuales afines que brinden sustento para esa batalla".

Durante el conflicto con el campo, varios posicionamientos de los intelectuales de Carta Abierta fueron tomados por el discurso de Cristina y Néstor Kirchner. La caracterización de los grandes medios de comunicación y la dirigencia agraria como la expresión de una "nueva derecha" surgió de esa usina de ideas cuyas cabezas más visibles son el filósofo Ricardo Forster y Horacio González. Y, en el caso de la batalla con el Grupo Clarín, participaron académicos de la universidad pública, del perfil de Damián Loretti, director de Ciencias de la Comunicación, de la UBA, o Martín Becerra y Guillermo Mastrini, investigadores y docentes en la Universidad de Quilmes, quienes hicieron sustanciales aportes teóricos a la ley de medios K.

Cuando Francisco de Narváez, en plena campaña, tuvo que decidir si iba o no al programa de Marcelo Tinelli, uno de quienes inclinaron la balanza por el sí fue el experto en imagen, Ramiro Agulla: "Era una decisión difícil porque, si salía mal, podíamos perder la elección" -explica Gustavo Ferrari, su principal operador-. La voz de Ramiro pesó y hubo otras consultas. Pero la decisión final la tomamos nosotros dos porque es tu propia piel la que se pone en juego y eso no se puede delegar".

La mayoría de los influyentes coinciden en que, entre los políticos, Francisco De Narváez es el que más escucha, mientras que el universo K es, por lejos, el más impermeable a voces extraterritoriales. A Carlos Reutemann, que suele definir muchos temas con su joven esposa Verónica, le cuesta procesar los cambios, mientras que Macri avanza y retrocede demasiado, cuando ya tomó una decisión.

Y Binner parece encarnar hoy un experimento novedoso: no se priva de asesores de comunicación como el mencionado Mansilla, pero a la vez convoca a Tomás Abraham para discutir ideas sin plazo: ambos aseguran que no buscan clausurar discusiones ni apresurar alineamientos. A cargo del tanque de ideas del santafecino, el Centro de Estudios Municipales y Provinciales (Cemupro), el filósofo -que trabaja ad honorem- propuso armar una convergencia entre lo técnico y lo político, armando equipos. "¿Cómo es mi tarea con Binner? Simple: consiste en no dejarlo tranquilo, discutir, mostrarle complejidades, anticiparle el costo de determinadas decisiones. Ser, salvando las distancias, como un tábano socrático."


Y de hecho, Abraham criticó abiertamente la adhesión del PS a la ley de medios. Alicia Siciliani, coordinadora de los Cemupro, explica la dinámica de esa relación: "No nos interesa rodearnos de adulones, sino saber realmente cómo se ven, desde afuera de nuestro proyecto, los distintos temas, y Tomás nos lo dice en la cara". Para las consultas económicas, en tanto, Binner lo llama a Bernardo Kliksberg, asesor principal del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y una autoridad en los estudios sobre la pobreza.

Rosendo Fraga se mete en un aspecto más específico de la influencia: "Hay casos en los cuales una empresa tiene que resolver algo con el Gobierno. Para eso, escuchará y tomará muy en cuenta a alguien que tenga buenas relaciones con el poder o que, por lo menos, lo conozca bien desde adentro. Actualmente, ese rol lo está cumpliendo Alberto Fernández".

Hay una máxima que vale para esos grandes grupos económicos que -por su actividad o por su llegada a la opinión pública- tienen una mayor vinculación con el Estado. Llámese Clarín, llámese Techint. Estos conglomerados cuentan con un equipo propio de expertos porque el lobby requerido es mucho y constante; lo mismo que las decisiones por tomar. Sergio Berensztein es uno de los politólogos que suelen ser convocados desde la calle Piedras para exponer, ante Magnetto y su grupo (quienes también escuchan a Natalio Botana), posibles escenarios futuros de la Argentina. Y si de planificar una estrategia judicial se trata, sobre todo ahora en tiempos bélicos, el CEO de Clarín confía en el criterio del abogado Hugo Wortman Jofre, ex socio de Luis Moreno Ocampo.

Acotar la incertidumbre

Como se ve, hay objetivos de cortísimo plazo, urgentes, y objetivos de largo alcance. En todos los casos, coinciden los especialistas consultados, la demanda central es acotar la incertidumbre. Pero, ¿cómo se acota la incertidumbre en la Argentina?

Sergio Berensztein concede en que ésa es una tarea ingrata en nuestro país, pero se atreve a sugerir algunos puntos de referencia para orientar la búsqueda sobre nuestra sociedad: "De la historia, se extrapolan líneas a futuro. Por ejemplo, hay valores de la sociedad argentina que no se van a modificar en el mediano plazo: la nuestra es una sociedad que se ha vuelto culturalmente estatista, como Francia; la cultura de los noventa no va a volver, no al menos en el mediano plazo. La demanda social es de autoridad sin autoritarismo. La gente quisiera a un líder expresado en un Alfonsín más firme o en un Kirchner más bueno. Son demandas que van a seguir por mucho tiempo y conocer esos valores más permanentes permite tomar decisiones".

Después de todo, si la inestabilidad es un rasgo dominante del ADN político argentino y las crisis a repetición son la marca en el orillo del genoma nacional, es comprensible que las clases dirigentes no confíen en un solo asesor estrella ni pongan en manos de un solo intelectual a la vieja usanza las decisiones cruciales o los grandes lineamientos empresariales o partidarios. Así, el ramillete de consejeros del rey -que puede combinar, según los casos, militantes de la mesa chica, economistas, analistas políticos, consultores de imagen, abogados o intelectuales- se impone como moderno antídoto contra la amenaza más temida, la incertidumbre.

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