martes, 7 de abril de 2009

Adiós al mejor comunicador político de las últimas décadas

Alberto Borrini 
"Gracias a todos." El anuncio de la UCR, prueba de sus buenos reflejos políticos y evocador del "Ahora todos" con que el candidato Raúl Alfonsín cerró la campaña electoral de 1983, resaltó, de paso, una cualidad poco considerada de la personalidad del líder fallecido: su capacidad como comunicador, cualidad que también debería servir de ejemplo a políticos y funcionarios que ahora le rinden tributo, pero que incurren sistemáticamente en la grosería, la violencia y la agresión en sus comunicaciones.

Alfonsín fue el mejor comunicador de todos los presidentes que lo precedieron y sucedieron, de las últimas décadas. Su particular estilo provocó una fractura entre el discurso masivo y opaco del político tradicional, tronco del cual él mismo provenía, y el coloquial, cómplice, natural, que empleó durante su gestión.

Con la campaña que protagonizó, se inició la era profesional de la comunicación política en el país. Como estudioso del género, me pareció pertinente recoger en un libro las alternativas de la campaña que lo había reinventado, para poder analizarla en su contexto nacional e internacional, y compararla con las modernas campañas que ya se realizaban en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.

El libro se tituló Cómo se hace un presidente (Ediciones El Cronista Comercial) y vio la luz en marzo de 1984. Fue el primero en su tipo en el país; de hecho, lo inauguró.Pese a que mereció dos ediciones, no tuvo el éxito editorial que habría tenido hoy; es que, por entonces, los spots, los debates y el controvertido origen de los fondos no interesaban, como ahora, a vastos sectores del electorado.

Mi relación con el profesional a quien Alfonsín confió la campaña, su correligionario David Ratto, facilitó mucho el trámite. En largas sesiones, repasamos los videos de todos los spots, alrededor de treinta, cuyos guiones fueron grabados e incluidos en el apéndice del libro, así como los textos del resto de la campaña.

De los varios capítulos, uno se consagró al aspecto económico; las compañas de todos los candidatos costaron ese año alrededor de 9 millones de dólares, cifra que tres lustros después, en 1999, se empinó hasta alcanzar el récord de más de 100 millones de la misma moneda.

Ratto, después de acordar con Alfonsín la forma de trabajo, convocó a colegas a los que sólo puso como condición adherir al ideario del candidato. Los que finalmente integraron el primer elenco creativo de la comunicación política profesional fueron Gabriel Dreyfus, Felipe Flischfisch, Horacio Genta y Marcelo Cosín. Otros correligionarios, Emilio Gibaja, Pablo Gowland, Germán López, tomaron a su cargo distintos aspectos de la campaña.

Los cuatro puntos

La confianza en la comunicación que profesaba Alfonsín se manifestó plenamente en la confesión que hizo a su asesor durante una de las primeras reuniones del equipo, en marzo de 1983. "Podemos ganar por 42 a 38. Pero estoy convencido de que esos cuatro puntos dependerán en gran medida de la publicidad", dijo. Ganó por una ventaja mayor, y la campaña, como previó, resultó una de las razones del triunfo.

Parte importante

Alfonsín actuaba como si la comunicación fuese una parte, y no precisamente la menos importante, de los hechos. Dejaba la impresión de que pensaba primero en el mensaje, en ese contacto con el público que consideraba fundamental. No era de la generación de los líderes televisivos; sin embargo, se movía ante las cámaras como si las hubiera inventado, con la misma naturalidad que en los mítines.

Las cámaras fueron las primeras en regodearse con los gestos y las miradas a sus amigos que precedieron al discurso de asunción en el Congreso; la televisión es antiprotocolar, y por primera vez se encontró con un presidente que parecía, en esa ocasión solemne, ser su cómplice.

El anuncio con que La Nacion lo despidió constaba de una sola palabra, "democracia", que, pese a su deliberada pequeñez, dominaba un gran espacio en blanco, símbolo de transparencia y honestidad; pero resultó, además, una alusión conceptual y amable a la campaña del líder fallecido, porque las letras RA, sus iniciales y de la República Argentina, resaltadas en el título en negrita (y también en el encabezado del mensaje posterior de la UCR) habían sido impresas en aquel famoso óvalo azul y blanco que constituyó uno de los aciertos de la campaña.

Por mero azar, la alusión a la publicidad de Alfonsín fue doble, porque el mensaje del diario fue creado por Fernando Fernández, un creativo consagrado, formado al lado de Ratto, que participó del clima de la campaña electoral, y que se considera uno de sus discípulos.

Fuente: La Nación