viernes, 11 de abril de 2008

Final de campaña en Italia

Vota Italia pasado mañana: cierran las campañas electorales
Dura batalla por los indecisos en Italia
Suman un tercio del electorado y definirán el duelo entre Berlusconi y Veltroni; los candidatos intercambiaron fuertes acusaciones

ROMA.- Cuando faltan tres días para las elecciones en Italia, y en una feroz lucha por los indecisos, que suman un tercio del electorado, los dos principales candidatos intercambiaron ayer fuertes acusaciones y recalentaron el clima electoral.
En su cierre de campaña en esta capital, Silvio Berlusconi, líder del Partido del Pueblo de la Libertad (PDL), de derecha, descalificó totalmente a su principal adversario, Walter Veltroni, a quien tachó de "mentiroso profesional".
Desde Milán, por su parte, Veltroni, candidato del Partido Democrático (PD), de centroizquierda, acusó al ex premier y magnate de la TV de no ser "apto para gobernar" y de ser incapaz de "responder a los problemas" del país. "Berlusconi es un hombre que ataca todos los días las instituciones, que transmite odio hacia sus adversarios y crea divisiones", atacó. Berlusconi eligió un ámbito espectacular para cerrar su campaña en esta capital: un escenario debajo del Arco de Constantino, con el majestuoso Coliseo a sus espaldas. Sus simpatizantes esperaron a su líder varias horas, con pancartas que decían "Silvio, sálvanos del Mal".
Una banda, que tocaba temas de Gloria Gaynor y de Michael Jackson, entre otros, hizo más corta la espera. Entre los asistentes había muchos ancianos y jóvenes. "Silvio es lo máximo: me gusta por su carisma, por cómo habla, porque es un gran comunicador, y porque hace lo que dice", dijo a LA NACION Gianluigi Brundi, un joven de 18 años que viajó especialmente de Monza.
Las notas del himno de Italia, entonado con entusiasmo por los asistentes, precedieron la llegada de Berlusconi, que interrumpió el discurso del ex vicepremier Gianfranco Fini, líder de Alianza Nacional y aliado en el PDL, también presente en el acto.
En buena forma, fiel a su estilo de showman, aunque un poco afónico, el Cavaliere , de 71 años, empezó su discurso con una confesión: dijo que al principio había pensado que no iba a hacer falta hacer una campaña electoral "porque la izquierda se había portado tan mal" que no era necesario.
Acusó al gobierno de Romano Prodi, que cayó en enero pasado tras dos años en el poder, de haber aumentado los impuestos, de haberle dejado abiertas las fronteras a los inmigrantes ilegales, de haber provocado la "caída vertical" de la seguridad de los ciudadanos, y de la "tragedia" de la basura de Nápoles.
"Pensábamos que no hacía falta hacer campaña, que los italianos tenían las ideas claras, hasta que la izquierda puso en la campaña a un fabulador, a un gran comunicador, que se llama Walter Veltroni", sentenció Berlusconi, lo que provocó una catarata de aplausos y abucheos para el ex alcalde de Roma. "Quien no salta es comunista", coreaban algunos, a los saltos.
Berlusconi, el gran favorito según los sondeos, dijo que Veltroni era un mentiroso porque, entre otras cosas, había anunciado que el PD iba a presentarse sólo, pero después incorporó al Partido Radical, y se alió con el Partido de Italia de los Valores del ex fiscal Antonio Di Pietro. "Veltroni había dicho que en el PD iba a haber nombres nuevos, pero los hombres son los mismos de la vieja nomenklatura comunista, y el PD es la última mimetización del partido comunista de siempre", denunció.
El Cavaliere , que bromeó sobre su baja estatura al confirmar que mide 1,71 metro y lleva tacos ("¿por qué ustedes no tienen tacos?", preguntó a la audiencia), acusó a su adversario de haber mentido 43 veces en un programa televisivo emitido anteanoche.
Y dijo que había entendido por qué Veltroni hizo su campaña sin mencionarlo con nombre y apellido. "Para un mentiroso como él, decir dos verdades como Silvio Berlusconi le puede provocar un colapso", rió.
Más que confiado en su triunfo, llamó asimismo a sus simpatizantes a que en estos últimos días convenzan a la gran cantidad de indecisos a votar por el PDL. "Invito a todos a ser misioneros de la verdad y de la libertad", exhortó.
A diferencia de otras campañas, Berlusconi habló de un futuro complicado. "No quiero asustarlos, pero vamos a tener que gobernar una situación difícil", dijo. "Hace falta alguien que sepa poner manos en una gran empresa, como es la empresa pública", agregó, al asegurar que su ejecutivo luchará contra la evasión fiscal, bajará la deuda pública y la presión fiscal, y ayudará a las familias, a los jubilados, a los jóvenes y a las mujeres.
Por Elisabetta Piqué Corresponsal en Italia (LANACION)

CÓMO VOTAR CORRECTAMENTE

TARJETA PARA VOTAR EN EL SENADO

TARJETA PARA VOTAR A LA CÁMARA DE DIPUTADOS

Votar para expresar rechazo

ROMA.- Como nunca antes, mucha gente se ha inclinado esta vez por no votar. Como nunca antes, la gente no sabe por quién votar. ¿Me abstengo? ¿Me tapo la nariz?
Al pensar y repensar, se me ha ocurrido una idea. Dejemos de lado el círculo duro de los partidos, los fieles que votan y votarán siempre a los suyos. El hecho es que los "infieles" han aumentado y que, en estas elecciones, el número de los indecisos llega a estimarse en más de un tercio del electorado.
Se sabe también que un buen número de estos indecisos ha decidido no votar: están furiosos y con todos. Estos señores tienen razón de estarlo. Pero abstenerse, ¿para qué sirve? ¿Castiga verdaderamente a la Casta? ¿Sirve de verdad para algo? Me temo que no.
Se verá luego, una vez pasadas las elecciones, que los votantes han disminuido bastante; seguramente nuestros políticos no reconocerán que las abstenciones en su mayoría son punitivas, son abstenciones de rechazo (y no de desinterés). Dirán en tal caso que nos estamos "normalizando" en los bajos niveles de voto de muchas democracias. En todo caso derramarán lágrimas de cocodrilo sobre el fenómeno del creciente desinterés en la política.
¿Cuál es entonces la idea? Es que, sabiendo utilizar el voto repartido entre las dos Cámaras, podemos obtener un voto de rechazo, un voto que pura y sencillamente diga no.
Supongamos que para el Senado voto por Veltroni y, en cambio, para la Cámara de Diputados voto por Berlusconi (o viceversa). En tal caso, mi segundo voto equipara y anula al primero. El efecto sobre el éxito electoral es cero. Sin embargo, yo he votado, y mi voto expresa sin sombra de dudas el seco rechazo.
Se dice que como electores nos sentimos impotentes. Sí. Pero si unos 10 millones de italianos votaran así, entonces seríamos poderosísimos.
Agrego que el voto dividido puede también indicar, si así se desea, el mal menor (o el mayor). El sistema electoral, la llamada "Porcellum" [ley electoral ideada por Berlusconi], prevé un espléndido premio para la mayoría, que para el Senado no es atribuido sobre una base nacional sino repartido región por región. Lo que lo convierte en más incierto y más decisivo.
En el caso de la Cámara de Diputados, el premio lo logra quien tiene más votos en todo el país; en el caso del Senado, lo gana quien logra más bancas en las regiones que tienen más.
Digamos, por ejemplo, que nuestro elector vota por Veltroni para el Senado y por Berlusconi para la Cámara. Al hacerlo indica que, malo por malo, el "malísimo" es para él un gobierno de derecha. De lo contrario, si vota por Berlusconi para el Senado y Veltroni para la Cámara, indica que para él el mal mayor es un gobierno de izquierda.
Por lo tanto, al dividir el voto el efecto total es siempre cero, pero el que obtiene el voto para el Senado queda en ventaja. En todo caso, uno vota en contra, pero la estrategia diseñada hasta ahora admite elegir el mal menor.
Se entiende que el voto dividido puede ser también aplicado a los partidos "secundarios". Por ejemplo, uno para Veltroni y uno para Bertinotti, o uno para Casini y uno para Berlusconi.
En ese caso, el voto por los partidos menores estará desperdiciado en la finalidad de lograr la mayoría, pero será útil para su supervivencia en el Senado.
Entonces, ¿cómo votaré yo? Seguramente, adoptando los criterios que he sugerido. Pero ciertamente no diré por quién. Cada uno debe decidir por sí mismo.
Por Giovanni Sartori Del Corriere della Sera