miércoles, 10 de septiembre de 2008

Rojos Vs Azules: La guerra de Frases


Los medios del mundo entero hablan de los ataques ya frecuentes entre Republicanos y Demócratas a raíz de sus decursos públicos. El Partido Republicano exigió hoy a Barack Obama una disculpa por ataques verbales contra la candidata a vicepresidenta Sarah Palín, al pronunciar la frase "no se puede poner lápiz labial a un cerdo, puesto que seguirá siendo cerdo".
El candidato Demócrata respondió a los ataques afirmando que no era esta una frase sexista ni mucho menos aludía a Palin, sino simplemente se refería a la Casa Blanca y a la idea de “cambio” republicana puesto que, en palabras de Obama, “puedes envolver un pescado en diario y llamar a ello cambio, pero al cabo de 8 años olerá mal”. Paralelamente recalcó que la afirmación que dio origen a la controversia fue utilizada por McCain para referirse a las modificaciones propuestas por Hilary Clinton al sistema de salud en 1999.
Obama responde así el ataque de sus oponentes abriendo nuevamente el debate y utilizando claramente campaña negativa contra una fórmula que hace peligrar sus ventajas. Si bien los Demócratas encabezaron las encuestas durante la mayor parte del período electoral, la elección de Palin agrega juventud, feminismo y cambio a la fórmula Republicana, tres cualidades otrora concentradas por Barak Obama.
Si bien el uso de Campaña Negativa se observa desde la apertura de la contienda presidencial por ambos partidos, una vez definidas las fórmulas, ésta toma un nuevo giro tendiente a desequilibrar las ventajas obtenidas por las astutas elecciones de sus respectivos compañeros. Es inevitable entonces que los discursos se vean redireccionados a los fines de lograr cooptar a los votantes indecisos.
La Campaña Norteamericana 2008 mantiene de esta manera su característica distintiva con dos candidatos alejados de los polos en el espectro político Estadounidense. Más cercanos al centro, ambos contendientes buscan lograr la diferencia que les brinde el 4 de noviembre la tan esperada silla presidencial.
Verónica Cipolatti