miércoles, 12 de agosto de 1998

Lo que espera la gente

Si yo fuera presidente...
Por Graciela Fernández Meijide
Con el cambio de gobierno se abrirán grandes posibilidades para nuestro país. La estabilidad política y económica y el contexto internacional juegan en favor de un desarrollo productivo y social como no hemos visto desde hace décadas en la región y en la Argentina. Y a partir de 1999 se removerá un obstáculo que hoy está impidiendo aprovechar plenamente estas posibilidades: la mala administración, que se expresa en la baja calidad de las políticas públicas y de los servicios que presta el Estado (o directamente su ausencia) y la incapacidad del actual gobierno para revertir esta situación y generar condiciones para que la gente pueda educarse, pueda recurrir a la Justicia en defensa de sus derechos, pueda acceder a empleos de calidad y bien pagos, para que nuestros productos encuentren mercados y puedan competir con éxito en el comercio internacional.
El gran desafío que tenemos por delante como nación es modificar de raíz esta situación y construir un buen gobierno, que termine con la corrupción, que haga un uso transparente de los recursos públicos, desarrolle eficientes políticas de estímulo al empleo y las exportaciones y preste buenos servicios de educación, salud, seguridad y justicia.
El actual gobierno cree que la concentración de la riqueza y la debilidad del Estado son los dos pilares de una economía de mercado. Y ante las consecuencias evidentes de su política se debate entre recetar "más de lo mismo" y agregar una "pata social" a esta receta. La experiencia de todas las naciones desarrolladas muestra que este camino es equivocado, que para crear mercados competitivos y eficientes son necesarias instituciones públicas y de gobierno también eficientes. Para peor, al haberse deteriorado las instituciones durante estos años, se instalaron niveles alarmantes de corrupción y exclusión.
En cada pueblo que visito, la gente me dice que se siente abandonada y humillada, que no se la tiene en cuenta, que los gobernantes se ocupan de sus propios intereses.
¿Cómo hacer valer los derechos y los intereses de la inmensa mayoría de los argentinos que no se resignan a ser considerados ciudadanos de segunda? No voy a prometerles que todos los problemas se van a resolver de la noche a la mañana. Sí me comprometo, si soy presidenta, a convocar a las mujeres y hombres más capaces, sin importar las banderías, con el solo requisito de que sean honestos y estén comprometidos con cambiar las cosas, para hacer un buen gobierno que trabaje para todos.
Defender el bien común
Un buen gobierno es la clave para lograr la competitividad que el mundo contemporáneo exige. Con él podremos revertir la exclusión de un número creciente de argentinos, la concentración del ingreso, la primarización de nuestra economía y la desconfianza de los inversores y los ciudadanos en general respecto de la estabilidad de las reglas de juego y el cumplimiento de la ley igual para todos. Un buen gobierno podrá mejorar la calidad de la educación pública y privada, para que vuelva a ser un instrumento de inclusión y de ascenso social, y los hijos no estén condenados a tener una expectativa de vida igual o peor que la de sus padres. Un buen gobierno podrá derrotar el desempleo, sin crear roles clientelares y falsas soluciones, promoviendo la generación de empleos de calidad y bien pagos.
El futuro gobierno deberá crear amplios consensos y enfrentar las resistencias de los que hoy se benefician de la corrupción y los negocios con ganancias garantizadas por mercados monopólicos u oligopólicos. Deberá actuar con firmeza y convicción para reconstruir la capacidad del Estado de defender el bien común. Porque es tiempo de que haya un gobierno para todos. Este es el objetivo de la Alianza y es mi compromiso personal.
La autora es diputada nacional (Alianza).
Fuente: La Nación

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