domingo, 11 de mayo de 2008

Querida Lilita

Washington Cucurto


¡Feliz día del trabajador a todos! No me importa que cuando esta nota sea impresa ya sea un saludo que, de tan antiguo y tan atemporal, se vuelva anticuado. Es que yo escribo esto el día del trabajador y estoy un poco cansado de andar actualizando fechas. Y además… ¡el día del trabajador, el día de la madre, el día del niño, son todos los días, che! Y siempre es bueno acordarnos de los trabajadores mas allá de este 1 de mayo, en el cual abren los supermercados coreanos, algunos locales de jeans del Once y muchas librerías del centro de la ciudad.
¡Muchachos, respetemos el día de todos los trabajadores y paren un minuto de facturar! Mi tema de hoy es Lilita.
Hace poco la Osa vino a la cartonería, enamoradísima de Lilita:
—Cucu, escuché a Lilita en un reportaje que le hizo Majul…
—¿Y?, le dije para darle rienda suelta a su peroreo popular.
—¡Y me encantó esa mujer, Cucu! Ataca con nombre y apellido a todos los peces gordos de la política nacional. ¿Será verdad todo lo que dice de Kirchner, Cucu?
Y me quedé pensando en Lilita que, sin dudas, es el personaje político más interesante de todos. Creó, inventó, fabricó una fuerza política independiente, casi de la nada (su partido siempre está peleando elecciones); tiene a la primera gobernadora de Tierra del Fuego y, según lo que se le escucha gritar, tiene un proyecto republicano y hasta revolucionario para este país. De más está decir que Lilita es un canto a la chispa, que a veces le pone demasiada pimienta a sus palabras y tiene casi el mismo grado de soberbia que nuestra querida Cristina, lo cual ya es mucho decir. A veces peca de infantil, pero creo que a Lilita hay que entenderla, valorarla, no ningunearla tanto y, sobre todo, rescatarle su discurso y su acción política que es lo más interesante que tiene. Es verdad: a veces, cuando la escuchamos, produce rechazo y dan ganas de matarla, y por favor que no se utilice mal este término —pues es una frase dicha con mucho cariño—, es como decir “hace cada cosa... Pero la quiero igual”.
Amor y odio, a la vez, es la mezcla que Lilita genera en los medios, en la calle, entre sus colegas. A veces, decimos, está loca, se fue al carajo, pero muchas veces nos deja pensando, no digan que no porque no les creo, después de escuchar a Lilita siempre nos quedamos pensando. Tendríamos que ser unos animales para no pensar un minuto. Sus
acusaciones son terribles, serias, tienen un imbancable tufo a olla destapada. ¿Y si lo
que Lilita dice es verdad? ¿Qué hacemos? ¡Estamos perdidos! Lilita es toda la oposición, no existe otra, ya ni siquiera del lado de los piqueteros. Lilita mete el dedo en la llaga y sueña con encender la llama. ¿Y saben por qué Lilita es tan odiada y amada a la vez? Porque nadie se atreve a tanto, nadie es tan frontal; es verdad, no me lo digan, es muy atolondrada y tiene un racimo de barbaridades para expresar cada vez que sale al aire. Es lo más antipopular que hay, también, puede ser cierto. Confieso que a veces me encanta escucharla, me divierte su osadía, tiene ideas delirantes, es una mujer con chispa, inteligente, con un discurso infinitamente superior al de Cristina, se sale de la regla y de la chatura general de los representantes de la nada.
Está sola, no tiene un esposo poderoso que pueda palanquearla. Es ella siempre contra todos, contra Moyano, contra Kirchner, contra los Fernández, contra Macri, siempre Lilita, inmortal, incallable, contra todos, ahí, diciendo un montón de barbaridades, peleando en cada presentación, tratando de llegar al eje del poder: la conciencia popular. Pero todavía está lejos, aunque lucha y lucha, quijotesca como ella sola, egomaníaca como la mitad de los argentinos. Ahí está Lilita, acusando a medio mundo, destapando la olla con su gran cucharón de libertades sociales. Por suerte, Lilita está ahí, aunque más no sea para acusar, para generarnos bronca y rechazo, pero al final nos rendimos a ella, porque, en el fondo, no es más que una gran mujer que está llena de sueños. ¿Y de cuántos políticos podemos decir eso?

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