sábado, 16 de agosto de 2008

De obispo con raíz progresista a abanderado del cambio




ASUNCION.- Derrotó en las urnas al partido más antiguo que todavía se mantenía en el poder en la región; recibió una histórica dispensa del Papa y fue protagonista de una inédita alternancia pacífica en su país.
Con sólo tres años de experiencia en la política, el ex obispo Fernando Lugo batió todos esos récords al asumir la presidencia paraguaya, en medio de una fiesta popular y una expectativa que se extendió a todo el continente.
La llegada de Lugo al sillón del palacio de los López -sede del gobierno paraguayo- comenzó a gestarse cuando, siendo obispo católico, abandonó su diócesis tras declararse impotente para dar respuesta a las necesidades de una población cada vez más pobre y marginada.
En 2006, su nombre sonaba como postulante al cargo, luego de que miles de personas lo aclamaran durante una marcha de protesta contra el entonces primer mandatario, Nicanor Duarte Frutos, que marcó el inicio de una carrera meteórica hacia la presidencia.
El paso siguiente de Lugo fue renunciar a su condición de obispo, en 2007, decisión que irritó al Vaticano, que lo suspendió en funciones por tiempo indeterminado y le pidió recapacitar.
Pero el sancionado sacerdote de 57 años siguió adelante con los planes, hasta transformarse en líder de una coalición variopinta de partidos y movimientos sociales, que mezcló a liberales, socialistas, organizaciones campesinas, sindicales y estudiantiles.
En septiembre del año pasado, anunció su determinación de encabezar la candidatura presidencial por la coalición opositora Alianza Patriótica para el Cambio y se impuso en las elecciones presidenciales pasadas.
El 30 de julio último, el papa Benedicto XVI dio a conocer el decreto por el cual lo redujo del estado episcopal al laical para ejercer la presidencia de Paraguay sin ser excomulgado.
"Por el bien del Paraguay", afirmaba el decreto papal.
Formado en la teología de la liberación, corriente católica progresista, Lugo se cuidó durante la campaña de no ser vinculado a la nueva ola de gobernantes de izquierda latinoamericanos que despiertan terror entre las poderosas elites de su país.
Pero tras el triunfo en los comicios, se acercó a sus colegas de Venezuela, Hugo Chávez; de Bolivia, Evo Morales, y de Ecuador, Rafael Correa, quienes dicen llevar adelante un modelo socialista en sus países.
Estilo propio
El estilo del flamante presidente paraguayo también dio que hablar. Sandalias franciscanas de cuero y un bolso tipo morral se combinan con camisas y sacos de cuello mao para el atuendo más habitual del eEn 2006x prelado, quien sólo vistió traje en dos ocasiones en su vida y admite tener una animadversión hacia las corbatas.
Ayer, Lugo fue protagonista del primer cambio pacífico de signo político de gobierno desde el surgimiento de los primeros partidos, hace más de 120 años, en Paraguay.
Lugo, primer ex obispo elegido presidente en América, nació el 30 de mayo de 1951 en el pequeño pueblo de San Pedro del Paraná, en el departamento de Itapúa, cerca de la frontera con la Argentina.
Hijo de Guillermo Lugo y Maximina Méndez, opositores a la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989), el nuevo presidente paraguayo ingresó en la vida religiosa en 1970, a los 19 años, en la congregación del Verbo Divino, y años después se recibió de licenciado en teología en la Universidad Católica.
Tras una estadía en Ecuador, retornó en 1982 a su país, donde ejerció como educador de seminaristas. Al año siguiente, obtuvo una beca para estudiar en Roma, donde recibió el título de sociólogo y se instruyó en Doctrina Social de la Iglesia.
Fue ordenado obispo por el papa Juan Pablo II el 17 de abril de 1994, que le asignó la diócesis del departamento de San Pedro, el más pobre y conflictiva del país.
Durante el ejercicio de su ministerio episcopal, entabló amistad con grupos de campesinos sin tierra y pobladores, junto a los cuales participó de movilizaciones contra diferentes gobiernos.
Agencias AFP La Nación y Reuters


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