lunes, 4 de agosto de 2008

El comité de campaña de Mc Cain


Rick Davis dirigiendo la campaña de Mc Cain


La carrera electoral en EE.UU. desde adentro: el cuartel republicano
Arlington, sede del "ejército" de McCain
En el comando general del candidato republicano, trabajan batallones de voluntarios; está a metros del Pentágono

Por Hugo Alconada Mon Corresponsal en EE.UU. LA NACION
ARLINGTON, Virginia.- "¡No toquen al santo! ¡Dejen al santo tranquilo!" es la advertencia, mezcla de broma y verdad, que circula dentro del cuartel central del republicano John McCain.
Paradito junto a las computadoras del jefe máximo de la campaña, Rick Davis, San Judas Tadeo controla el quehacer diario de quienes buscan convertir al candidato republicano en el próximo presidente de los Estados Unidos. No por nada, este apóstol es el patrono de las causas difíciles y desesperadas.
El escritorio de Davis incluye unos cuantos objetos de culto más: un par de teléfonos Blackberry, el calendario oficial de McCain, una calculadora -"para revisar las cuentas"- sellos, tazas, una laptop y una computadora fija.
Pero es San Judas quien domina la escena, regalo de un simpatizante que lo envió justo antes de que el veterano senador volviera de la muerte política, allá por agosto de 2007, y desde entonces está en el mismo lugar.
La suerte de Davis es distinta. Fue desplazado del día a día de la campaña, que quedó en manos de Steve Schmidt, un duro que, en 2004, acompañó a Karl Rove en los ataques que demolieron al demócrata John Kerry y le dieron la reelección a George W. Bush.
Luego asesoró al vicepresidente Dick Cheney y, en 2006, se marchó a California para concretar otra reelección milagrosa: la de Arnold Schwarzenegger como gobernador. Desde que tomó las riendas, el "sargento Schmidt", como lo apodó McCain, dinamizó la agenda diaria.
La primera reunión de los caciques es ahora a las 7.30, el equipo adoptó la modalidad de ataque permanente y cada duda, traspié o siquiera sombra de ambigüedad que ofrece Obama se convierte en una ofensiva republicana.
A diferencia de su rival demócrata, que mantuvo sus oficinas estratégicas en Chicago, McCain las instaló aquí, a sólo quince minutos del centro de Washington. Y como para recordar cuál es su fuerte, se ubica al lado del cementerio militar de Arlington y del Pentágono, y a metros del estratégico aeropuerto Ronald Reagan que lo conecta con el resto del país. Tras los votos
En la planta baja del edificio del número 1235 de la calle South Clark, se concentran los voluntarios para el estado de Virginia. Llaman por teléfono a miles de posibles simpatizantes apoyados en las bases de datos perfeccionadas con el "microtargeting", que detalla a qué iglesia concurren, qué gustos se dan con sus tarjetas de crédito, sus niveles de ingresos, dónde estudian, vacacionan y mucho más.

Rick Davis y John Mc Cain

"Lo que intentamos es que quien llame sea similar a quien recibe las llamadas. Así es como latinos llaman a latinos", ejemplifica Hessy Fernández, una chica que llegó a Florida desde Cuba con sus padres cuando tenía 15 años, terminó en Washington como vocera del Comité Nacional Republicano y hoy es la directora de la campaña de McCain para medios hispanos.
En la planta baja, también opera una de las sedes republicanas para Virginia. Resulta evidente por los mapas multicolores que desgranan el estado por regiones, condados, ciudades y barrios, tendencias electorales, grupos demográficos y otras cuantas variantes más.
Cruel ironía, el primer cartelito que salta a la vista cuando se traspasa la puerta es la de una señorita Hilary, pero con una sola "l", a diferencia de su casi tocaya demócrata.
"¡Hey! ¡Qué bueno verte!", dice una de las coordinadoras a una mujer negra, unos 50 años y gorro amarillo que en menos de dos minutos comienza a revisar su planilla de llamados vespertina, mientras llega el repartidor de pizzas. Invita la campaña: diez cajas grandes, al parecer todas de mozarela, y botellitas de agua.
Las paredes también exhiben fotografías gigantes, a manera de pósteres, de McCain y su mujer, Cindy. En campaña por todo el país, él, en programas de televisión; ella, con chiquitos en hospitales; él, con su uniforme de piloto de combate, joven y sonriente, antes de ser capturado y torturado en Vietnam. También abundan los calendarios que recuerdan cuántos días restan para el 4 de noviembre.
Hay televisores encendidos en canales noticiosos y relojes de pared. La mayoría de los voluntarios son blancos y jóvenes, pero hay tantos varones como mujeres, que comienzan a llegar a las 8. Para las 22, aún hay voluntarios que continúan con las llamadas. Uno atrás de otro.
Es arriba, sin embargo, en el piso M, donde se toman las decisiones clave, en un gran loft con espacios para los equipos de prensa, legal, finanzas, administración, encuestas, logística, coordinación, online y "de respuesta rápida", entre muchos otros.
Es allí donde San Judas vigila por todos y donde quien fue el primer subsecretario de Estado para América latina de Bush, Otto Reich, ingresa a un estudio de televisión propio para responder preguntas como referente para la región de la campaña republicana.
Al igual que en el cuartel de Obama en Chicago, aquí tampoco nadie bromea con la seguridad. Ni siquiera es posible cruzar la puerta que separa la vereda del lobby principal rumbo al piso M sin una tarjeta magnética.
También aquí trabajan veinteañeros. Pero el ambiente es más formal -muchos van de traje- y los grandes referentes acumulan batallas electorales. Davis, por ejemplo, lleva más de 30 años metido en contiendas presidenciales.
Es el ascenso de Schmidt más que la veteranía de Davis, sin embargo, lo que anticipa cómo será la contienda de aquí en más. Atacarán a Obama -pintándolo de narcisista, soberbio y elitista- tanto como ensalzarán a McCain. O incluso más.
"La pregunta que le planteamos al pueblo estadounidense es: «¿Está él listo para liderar?»", desafió el viernes durante una conferencia telefónica a quien quisiera escucharlo. "La respuesta que ofreceremos es: «No, no lo está»".

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