miércoles, 24 de septiembre de 2008

"Los escándalos de sexo son los peores para los políticos"

Lo dice la profesora inglesa Karen Sanders

Por Juana Libedinsky

Para LA NACION

MADRID. Cuando Karen Sanders llegó a España, al final del mandato de Felipe González, observó que, como en su Inglaterra natal, el escándalo parecía marcar la política nacional.

Sin embargo, las circunstancias eran otras. "Mientras que el gobierno del conservador John Major enfrentaba escándalos sexuales semanales, que nos mantenían muy entretenidos, en España el gobierno socialista debía lidiar con escándalos tan serios como el del caso Roldán [corrupción a gran escala del jefe de la Guardia Civil] o del GAL [escuadrones de la muerte que torturaban y asesinaban a personas que se suponía que eran miembros de ETA, aunque muchos no lo eran]. Y, en contra de lo que se podía esperar, las consecuencias de los escándalos sexuales británicos fueron mucho más graves para los políticos que lo que fueron los escándalos mayores que ocurrían en España para el gobierno español."

"Los escándalos sexuales son los que más dañan a los políticos", sostuvo Sanders, de 47 años, ex directora de la maestría en Comunicación Política de la Universidad de Sheffield y vicedecana de la Universidad San Pablo CEU, de Madrid, donde actualmente es profesora.

Sus reflexiones sobre los escándalos políticos dieron pie a su libro Historias morales: periodismo y escándalos políticos en Gran Bretaña y España en los años 90 (2006), escrito junto con María José Canel, de la Universidad Complutense. Tuvo una repercusión tan vasta como su clásico Etica y periodismo (2003), recientemente traducido al chino. Sanders prepara ahora La comunicación política en el siglo XXI , que saldrá el año próximo.

Recientemente la prensa española se hizo eco de los rumores que le adjudicaban al ex presidente del gobierno José María Aznar la paternidad del bebe que espera la ministra francesa de Justicia, Rachida Dati. Sanders dice: "Esto prueba que empiezan a verse algunas grietas en España respecto de la decisión de no invadir la intimidad de las figuras públicas".

-¿Cuáles son esas grietas?

-Una reciente fue el caso de la hermana de la princesa Letizia, que fue a la Corte para impedir que se le tomaran fotos en lugares públicos. Para mi sorpresa, y alegría, porque creo que es la decisión correcta, el Poder Judicial falló a favor de una interpretación liberal del derecho de la prensa a la cobertura de este tipo de figuras en lugares públicos. Fue una decisión valiente e inesperada. Pero la primera vez que me di cuenta de que la armadura se estaba resquebrajando fue unos años atrás, al finalizar el mandato de Aznar, cuando organizó una espléndida boda para su hija en El Escorial. Fue casi una boda real, luego de haber construido una imagen de castellano austero. Tradicionalmente, una boda familiar hubiera estado fuera del límite del periodismo político, pero Aznar mismo abrió la puerta al catapultar un hecho privado al dominio público. En Gran Bretaña, los políticos que no quieren dar una imagen de elitistas saben que todo aspecto de su vida privada es para consumo público. Saben que los medios son un monstruo intrusivo que funciona las 24 horas y que necesita ser alimentado continuamente con historias.

-¿Cómo explica el tratamiento tan disímil que dan la prensa inglesa y española a sus respectivas familias reales?

-La monarquía en España ha sido funcional para la democracia y por eso se quiere apuntalar la institución. En Gran Bretaña, la democracia no está en discusión desde hace siglos, y la familia real tradicionalmente ha sido un tema sobre el cual se ha considerado que el pueblo tiene derecho a saber, si bien es cierto que la prensa se volvió menos diferencial en su tratamiento hacia ellos en los últimos tiempos.

-Pese a lo que usted dice, los programas de chimentos de la televisión española y las revistas se entrometen de manera sorprendente en la vida privada de las celebridades...

-Lo que caracteriza a la prensa rosa en España es que, sea lo que sea que pase en la intimidad, se lo cubre, pero de manera muy poco crítica, todo siempre al estilo "días de vino y rosas". Pero los ingleses tenemos titulares del estilo: "¡Es un mentiroso y un tramposo!", para alguien a quien se pesca in fraganti. En España, en la prensa rosa nunca hay un llamado a la indignación moral; simplemente, se describe lo que ocurre de una manera bastante romántica. Hubo, sí, un caso en el que los mundos de la prensa política y la prensa rosa coincidieron. Fue el escándalo por corrupción del alcalde de Marbella, que estaba de novio con Isabel Pantoja. Allí, la prensa política entró en zonas de la vida privada, pero era un caso tan específico que dudo de que vuelva a ocurrir algo parecido.

John Major

-¿Cómo valora el periodismo español respecto del británico?

-Vivo y trabajo en España y me preocupo, a veces, porque creo que el público estaría mejor servido si se le permitiera a la prensa ser más desafiante, y si la prensa fuera más desafiante. En España se tiende a ver a los periodistas políticos como activistas, dado que la alineación de los medios con los partidos es más clara que en Gran Bretaña, y es difícil que un diario alineado con el gobierno lo critique mucho. En Gran Bretaña hasta los años 60 los periodistas mostraban cierta deferencia hacia los políticos, pero eso cambió drásticamente desde entonces y la prensa siente que tiene que salir a desafiar al gobierno de turno. Algunos opinan que en exceso, porque sólo buscan titulares negativos. España sólo ha sido una democracia durante 30 años, y mientras que la primera generación de periodistas españoles se tomó muy en serio su compromiso, las subsiguientes generaciones de periodistas españoles no han ido tan lejos al escribir sobre políticos y política como sus pares británicos.

-¿Cómo es eso?

-Los periodistas españoles muchas veces hacen extraordinarios trabajos de investigación, pero luego no son tan buenos al contarlos. La prensa política española suele ser densa y aburrida. Para que un escándalo político realmente tenga resonancia en la población hace falta lo contrario, lo cual explica en parte por qué los escándalos por temas públicos en España tuvieron menor efecto sobre sus gobiernos que los escándalos por cuestiones sexuales, que podrían verse como menores, en el gobierno británico de la época que yo he estudiado.

-¿Cómo mide el que hayan tenido un menor efecto?

-Es verdad que en España algunos políticos fueron a la cárcel, pero en Gran Bretaña las consecuencias fueron mucho más destructivas para el gobierno de Major: perdió absolutamente toda su credibilidad. No existe un escándalo per se: son los medios de comunicación los que tienen que interesarse por un tema y darle difusión de una manera determinada para que se convierta en escándalo, y lo que ocurrió con los conservadores es que los medios también parecen haber decidido hacer leña del árbol caído. Ya estaba el Nuevo Laborismo con un mensaje mucho más excitante y el Partido Conservador era esta cosa moribunda sobre la cual el periodismo decidió descender y encontrar hasta el último amante, la última visita de hotel a lo largo de la década de los 90. En Gran Bretaña los diarios condenaron a los políticos y al partido gobernante, y la opinión pública reaccionó sintiendo que los conservadores no estaban de ninguna manera a la altura del poder. En las siguientes elecciones, el laborismo podría haber presentado a un mono y hubiera sido considerado mejor candidato que cualquier conservador. Tal era el desprecio que el electorado sentía hacia ellos.


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