"La gente no quiere líderes mesiánicos"
Dice que se siente un arqueólogo de la política, pero no precisamente porque trabajar con los políticos argentinos implique investigar entre las ruinas de los viejos partidos, descubrir algún vestigio de humanidad en la prehistoria de la dirigencia o sospechar que lo más brillante de nuestro país quedó enterrado.
El ecuatoriano Jaime Durán Barba, el consultor político de moda en este momento en América latina, esa suerte de gurú que ayudó al triunfo de Mauricio Macri en 2007, lo dice porque se declara un admirador del filósofo francés Michel Foucault: "El destacó que no era un epistemólogo sino un arqueólogo del saber, al que no le interesaba el contenido sino la coherencia de los conceptos en los distintos momentos. El era un genio y yo, un pobre ciudadano, pero me siento una especie de arqueólogo de la política. Me encanta comprender las lógicas de cómo surge y se mantiene el poder en las distintas circunstancias de América latina".
Durán Barba podría dedicarse a vender lo que quisiera. Tiene ese don que sólo algunos tienen: habla con convicción, se sale de los moldes convencionales, aporta reflexiones que son una mezcla de conocimiento, sentido común y olfato. Lo que está vendiendo hoy son consejos para dirigentes con ganas de ganar elecciones, algo en lo que tiene mucha competencia en esta posmoderna era en que los políticos confían más en los asesores que en su instinto, más en las encuestas que en las recorridas callejeras. Claro que desde 2007 tiene algo mejor que ofrecer en su currículum: la victoria macrista.
Proviene de una familia rica y tradicional de Ecuador, decidió convertirse en la oveja negra, se hizo anarquista, estudió en la Argentina, simpatizó con la izquierda peronista y con Salvador Allende, fue actor de teatro, se considera discípulo de Manuel Mora y Araujo, y asesoró tanto al mexicano Felipe Calderón como a la paraguaya Blanca Olevar o a sus compatriotas Alvaro Noboa o Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil.
Hoy, ante Enfoques, admite que actualmente le da "consejos" a Francisco de Narváez, al que elogia por tratarse de un dirigente "distinto", aunque advierte que "no es buena idea" que se acerque a viejos políticos del peronismo.
Todos los meses, Durán Barba visita Buenos Aires durante una semana para reunirse con Macri y su relación con él ha llevado a que algunos prácticamente lo consideren un miembro más del gabinete porteño. Lo único que reconoce este consultor es que tuvo que trabajar mucho para que el ex presidente de Boca "aprendiera a mirar con ojos de pobre" y dejara atrás su imagen de "niño rico, agresivo, de derecha".
"En toda América latina hay un agotamiento del viejo estilo de la política", afirma este consultor con cuatro títulos universitarios (sociología, derecho, historia y filosofía escolástica), que tiene domicilio temporario en varias capitales del continente y que está adherido a su Blackberry como si fuera un talismán del siglo XXI. Durán Barba cree que "la gente quiere líderes más humanos y menos mesiánicos", y que por eso Néstor Kirchner tuvo que comenzar a moderar su discurso, canturreando "El payaso Plín Plín" con chicos en lugar de pronosticar algo peor que las diez plagas de Egipto si los argentinos no votan al oficialismo.
"El gran problema de Kirchner fue su éxito económico -sostiene-. Algunos autoritarismos que los ciudadanos se bancaban antes por la crisis económica pasaron a ser insoportables. El mensaje es: Yo ya estoy comiendo, pero ahora quiero que me respeten, que me escuchen, que haya pluralismo, que haya más derechos."
Durán Barba aclara que no es el responsable de que Macri intente cantar clásicos de Queen, pero que le parece bien que lo haga porque eso "humaniza" al candidato. "Prefiero dirigentes que sean honestos, comprometidos y normales. No portadores de mensajes divinos, porque cuando se mezcla la divinidad con la política siempre hay miles de muertos", advierte.
-¿Usted es el gurú de Macri?
- (Se ríe.) Es una imagen curiosa que tengo acá. Con Macri mi relación empezó en 2004. Es una persona muy moderna, muy acorde con las ideas que venimos elaborando sobre un nuevo liderazgo. En toda América latina hay un agotamiento del viejo estilo de la política. Un agotamiento, sobre todo, de lo formal. Y también, por momentos, de lo de fondo. Ese agotamiento se expresa en la desaparición de los partidos más estructurados de América latina, que son caparazones de los que existían antes. En esta crisis enorme hay nuevos liderazgos, que no tienen como centro de su pensamiento los viejos polos que explicaban la política latinoamericana de antes. La noción tradicional de izquierda y de derecha, la revolución y la contrarrevolución, el peronismo y el antiperonismo son paradigmas que están siendo superados por la nueva generación de políticos. Macri representa esa nueva forma de hacer política.
-Macri es un político al que le aburre la política. ¿Cómo cae en la gente?
-Al 80% de los latinoamericanos también les aburre la política. Y les gusta que los dirigentes no sean parecidos a los políticos tradicionales. No me meto en los contenidos, pero Hugo Chávez no es un político tradicional, es un coronel curioso con el que se identifican mucho los venezolanos. No es un tipo con una ideología, con una formación. El presidente Correa, en Ecuador, es un tipo muy formado e ideológico, pero no lo votan por esa causa, sino porque es joven y simpático. Son antipolíticos en su imagen. En la Argentina hay una expresión política especial que es el peronismo, el único movimiento populista antiguo que subsiste en América latina. Pero también acá hay una enorme necesidad de cambio; la gente dice: "Basta, hagamos algo nuevo".
-¿Participa en las reuniones de gabinete de Macri?
-No, en ninguna reunión oficial, pero converso frecuentemente con él. Vengo a Buenos Aires al menos una semana por mes. A veces me quedo más tiempo.
-¿En qué tuvo que trabajar con Macri para mejorar su desempeño? ¿Cuáles eran los puntos más flojos?
-La elección de 2003 dejó una imagen deformada de Mauricio, que era complicada al principio, con muchos puntos negativos. Y lo que se hizo mucho es trabajar para mejorar esa imagen o cambiarla.
-¿Lo dice por esa imagen de "niño" rico, de derecha?
-Claro, "niño" rico, de derecha, agresivo. La clave de Mauricio es haberse presentado como es. El no es un orador de masas, entonces que no dé discursos. Falsificar al candidato es una de las cosas más peligrosas porque el elector percibe el embuste y reacciona. Mauricio es como es. Tiene sus méritos, sus defectos, pero es una persona muy inteligente, muy ágil. En todos estos años ha leído bastante, ha estudiado mucho. Es uno de los dirigentes más modernos que existe en el continente en este momento. Probablemente tanto él como Marcelo Ebrard, de México. Saben de imagen, saben utilizar asesores. Los asesores no somos para mandar: somos para ser usados.
-Usted declaró que Macri tuvo que "aprender a mirar con ojos de pobre. ¿Cómo lo ayudó usted en eso?
-Fue fruto de la campaña. Con la gente, mezclado con los vecinos, escuchándolos, Macri creció mucho humanamente. Hay dos modelos de campaña: en uno, el líder mesiánico trepado a una tribuna, levantando los brazos para que la gente lo aplauda; en el otro, el líder metido con la gente, escuchando a la gente, aprendiendo.
-A usted se le ocurrió la famosa foto de campaña de Macri saltando un bache. ¿También tuvo que ver con esa polémica idea de hacer su lanzamiento como candidato en su basural, acompañado por una nena humilde?
-(Se ríe.) La idea de hacer el lanzamiento en el basural la discutimos en el equipo estratégico. Eso era intencional y bien pensado. Lo que en realidad ocurrió es que cuando Mauricio se dirigía al escenario se asomó esa niña al escenario, lo tomó de la mano y ella se metió donde no debía. Mauricio es una persona muy espontánea y a él le hizo gracia que la niña lo acompañara. Una locura. Fue como haber subido a un espectador para una representación de Macbeth .
-La candidatura de Gabriela Michetti abrió el debate sobre si no completar su mandato era o no una defraudación al votante. ¿Qué le aconsejó?
-En la Argentina tenemos, al igual que en el resto de América latina, un divorcio total entre lo que los norteamericanos llaman "el círculo rojo" y el pueblo común. Hay un círculo del 10 o del 20% de la población que está interesada en una serie de temas, que tiene su voto decidido, que en la campaña no cambia nunca de voto. Y esos votantes son los que discuten estos temas legales, constitucionales. La gente común está en otra cosa. Vive acuciada por problemas concretos. En el caso de Gabriela, es dirigente de un partido naciente que cumplirá una función en el Parlamento. No tenía tampoco una responsabilidad muy grande porque la ley ni siquiera le otorga al vicejefe de gobierno la presidencia de la Legislatura. Su presencia en el gobierno es importantísima, pero va a seguir siéndolo, luchando por la Ciudad desde el Congreso.
-¿A la gente tampoco le interesan las candidaturas testimoniales?
-Una cosa es que usted vote por Gabriela, que va a ser diputada y que dice qué va a hacer como diputada. Otra es que usted vote por candidatos que dicen que no van a asumir. Entonces, ¿para qué lo va a votar? Bueno o malo, genio o desastre, yo escojo a quien quiero para intendente, para presidente, pero lo escojo para que sea eso. Desde el punto de vista lógico es difícil de explicar. Tiene riesgos.
-Es la lógica "épica" del kirchnerismo: transformar estas elecciones en un plebiscito, a todo o nada...
-Claro, pero esto es comprensible sólo para el "círculo rojo" del que hablaba. Para el 10% de los votantes. Y el que quiere tener un diputado para que mejore su situación en la provincia, ¿por quién vota? Por alguien que le puede solucionar sus problemas, no por alguien que dice "yo estoy para dar un testimonio, me postulo pero no voy a ser diputado". Para el elector común eso no es comprensible.
-¿Usted asesora a De Narváez?
-Tengo diálogo con Francisco, aunque no estoy metido de cabeza en esta campaña.
-¿Qué consejos le da?
-Todavía hay que analizar mucho la campaña, que tiene una característica extraña, que tiene una dimensión nacional e internacional, diría, por la forma en que Kirchner nacionalizó y casi internacionalizó algo que era una simple elección de renovación parlamentaria. Se convirtió casi en un plebiscito sobre los modelos de izquierda de América latina. El reto para De Narváez es inusual. En las encuestas está bien situado. Es un mano a mano entre Kirchner y De Narváez. Francisco es inteligente, sin mucha experiencia en política, muy trabajador. Es un buen candidato y también tiene la característica que tenía Macri en 2005: es distinto. Es lo contrario de los políticos tradicionales.
-Sin embargo, De Narváez se está juntando con viejos dirigentes, duhaldistas. ¿Eso no afecta su imagen?
-No es una buena idea la relación con los viejos políticos, pero tampoco en un distrito como la provincia de Buenos Aires, que es totalmente distinta de la Capital, que tiene prácticas políticas clientelares, prácticas de punteros, se puede hacer una política demasiado nueva. Buenos Aires era ideal para hacer una nueva política porque es la ciudad más sofisticada de América latina. Cuando vamos a la provincias uno tiene que manejarse en zonas más latinoamericanas y menos europeas que esta ciudad.
-¿Lo puede afectar a De Narváez la denuncia judicial por sus supuestas llamadas a un narcotraficante?
-Muy poco. La gente suele dar poca importancia a las denuncias que se hacen justo cuando comienzan las campañas. "Si ocurrió en 2006, ¿por qué esperan tres años para que justo cuando comienza la campaña salga el tema?", pueden decir. La gente no es boba. Ya hubo algún otro caso, como con Enrique Olivera en 2005. La gente suele creer poco en los políticos, y en las campañas no les cree nada.
-¿Qué lee en el viraje en la campaña de Néstor Kirchner, que pasó de pronosticar el regreso a 2001 a mostrarse moderado y en contacto con la gente?
-Está haciendo lo correcto. La gente estaba cansada del discurso violento, prepotente, y quiere líderes más humanos y menos mesiánicos. Eso de estar con la gente es correcto. Está actuando bien.
-Usted lo elogió públicamente cuando era presidente, pero, ¿qué piensa ahora de este Kirchner que parece haber perdido la brújula política?
-Kirchner gobernó en una etapa en la que el país tenía una crisis económica muy fuerte y se veía que él ayudaba a la gente a salir de esa situación. La gente se bancaba cualquier cosa. Pasa en Venezuela con Chávez: no importa si es de izquierda o de derecha, si se cree Bolívar, "El Che" o el Príncipe de Asturias, mientras haya tanta plata repartida está bien. Ahora, cuando deja de haber plata, la gente se pregunta qué pasa. El gran problema de Kirchner fue su éxito económico. Mientras la Argentina estaba con el agua al cuello, se aguantaba un gobierno de sus características porque era eficiente en lo económico. Pero cuando la economía mejoró, porque ahora no hay una situación angustiante, más allá de los efectos de la crisis, la gente dijo: "Yo ya estoy comiendo, pero ahora quiero que me respeten, que me escuchen, que haya pluralismo, que haya más derechos". Algunos autoritarismos que se bancaban en la crisis pasaron ahora a ser insoportables.
-¿Usted fue el responsable de que Macri cantara canciones de Queen?
-No fui el responsable, pero me pareció muy bien (risas). Me encanta Queen.
-Por más que desafine?
-Sí, fue muy espontáneo. Por eso desafinó tanto. La gente quiere eso: líderes que sean humanos y que también canten mal. ¿Por que uno debe cantar sólo si canta bien?
-¿No le quita seriedad?
-Al contrario, lo humaniza. Además, tengo mucho miedo de los seres humanos que se creen divinos, portadores de un gran mensaje o cosas por el estilo. Así es como Stalin mató a 30 millones de personas o Hitler a otras tantas. Prefiero dirigentes que sean honestos, comprometidos y normales. No portadores de mensajes divinos. Porque cuando se mezcla la divinidad con la política siempre hay miles de muertos.
-Usted aseguró que a Macri no le cobra por su trabajo, pero ¿es cierto que a la candidata paraguaya Blanca Ovelar le cobró 50.000 dólares por día?
-Nooo, es exagerado. Hay países en donde se cobra mucho y en otros, poco. Y hay algunos en los que trabajamos a pérdida porque mi empresa, Informe Confidencial, es una organización no gubernamental creada para fortalecer la democracia. Parte del dinero que ganamos, por ejemplo, lo invertimos para promover minorías en la política. Por estatuto, no podemos asesorar a una persona que proponga ideas excluyentes, racistas. Soy un admirador de [Michel] Foucault. En algún momento a él le preguntaron por sus contradicciones como epistemólogo. Y dijo: "No soy un epistemólogo sino un arqueólogo. Escribo sobre la arqueología del saber, quiero ver la coherencia de los conceptos en los distintos momentos, no me interesa mucho el contenido". Me encantó la idea de Foucault. El era un genio y yo, un pobre ciudadano. Me siento una especie de arqueólogo de la política también. Me encanta comprender las lógicas de cómo surge y se mantiene el poder en las distintas circunstancias de América latina. Lo de Paraguay me pareció maravilloso: Blanca Ovelar era una candidata estupenda, fue una campaña preciosa, pero [Nicanor] Duarte Frutos fue entusiasta e hizo todos los deberes.
-Ahora, en Paraguay, ¿qué le aconsejaría al presidente Lugo?
-Que la Iglesia tendría que repensar un poco sus posturas anticonceptivas. Por lo visto, la meten en problemas (risas).
MANO A MANO
Lo imaginaba más semejante a un tecnócrata, a un experto en marketing de escritorio, de laboratorio. Pero a su sólida formación, Jaime Durán Barba le agrega un olfato político basado, más allá de cualquier conocimiento adquirido, en la experiencia. No sólo en la de candidatos de otros países, sino también en la propia. Este ecuatoriano que ama Buenos Aires fue un militante de izquierda que llegó aquí atraído por el peronismo y que convirtió su propia transformación ideológica en una aliada de su actual condición de consultor todoterreno. Curiosamente, o no, relativiza el papel de asesores como él y realza a los políticos que escuchan los consejos pero deciden por sí mismos. Es un fanático de Internet y se queja de que los dirigentes de más de 50 años no saben navegar en la web. También, de que pocos se animan a incorporar en su discurso temas que preocupan a los jóvenes, como el sexo. En ese sentido, es difícil imaginarlo con nuestros tradicionales dirigentes. Aun con los menos convencionales. Y sobre todo, por ejemplo, cuando admitió que tuvo que intervenir para cambiarle a Macri su imagen de "niño rico", agresivo y de derecha. Quizá eso le cueste alguna reprimenda del jefe de gobierno porteño, por más que luego haya elogiado la decisión de Macri de cantar temas de Queen, aunque desafine, porque es bueno. No para los oídos, claro está.
Fuente: La Nación
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