jueves, 18 de junio de 2009

No nos asusten más

Si acá, por esas cosas de la historia, no tuviéramos mayoría parlamentaria la Argentina caería en el vacío. Volveremos al país de 2001, a la indigencia, a la pobreza, a que la Argentina explote.” (Néstor Kirchner)

“Si no se controla el origen de los fondos de campaña... la Argentina puede ser peor que Colombia.” (Elisa Carrió)

“Serán meses muy peligrosos, si Kirchner gana en la provincia va a haber intento de estatizaciones y arremeterá contra la propiedad privada.” (Francisco de Narváez)

¿Por qué casi todos los candidatos apelan al miedo? ¿Hay rédito electoral en asustar? Algunos especialistas dicen que sí, que el miedo lleva a los ciudadanos a rechazar los cambios. El miedo hace más conservadoras a las personas. Pero también están los que opinan lo contrario. El miedo también puede convertirse en rechazo a lo establecido.

En el oficialismo dicen que si no los votan se vuelve al pasado. Quieren que la gente lea en la palabra pasado: estallido social, violencia, miseria. Volvemos a lo peor de la década del noventa, agregan, sin reparar en que hay dirigentes de los noventa en casi todas las listas de esta contienda. Y redoblan la apuesta: nosotros o el caos.

Desde la oposición vaticinan que si se imponen los candidatos del Gobierno se viene una devaluación del peso y hasta un nuevo corralito bancario. Afirman que después de la elección hay que temer por los depósitos y los bancos.

Para unos los otros son inconsistentes, corruptos, ambiciosos, delirantes, místicos, traidores. Para los otros los unos son autoritarios, corruptos, locos, violentos, desleales.

Apelan desde el miedo a otros miedos. Si ganan ellos, anuncian los opositores, se viene la recesión, se profundiza la crisis, habrá un aluvión de despidos. Desde el oficialismo replican: si ganan ellos volvemos a las privatizaciones, los ajustes y el neoliberalismo.

Con idéntica convicción convocan a la madre de todos los miedos: la inseguridad. Si ganan ellos se viene la mano dura y el gatillo fácil y no bajará el delito. Si ganan los otros continúan las muertes y los asaltos. Seguirá la impunidad. Se tiran con los muertos, hablan de bajar la edad de imputabilidad de los menores asesinos sólo por conveniencia, esconden las cifras del delito o trazan mapas.

En líneas generales, los medios de comunicación amplifican el temor. Los periodistas se convierten en voceros del miedo. Los asesinatos obtienen la mejor cobertura. La gripe A amenaza a los niños. Algunos sectores interpretan el mensaje: hay que aislar a los infectados, apedrear sus colectivos, pedirles que no vengan, que se muden. Cada deceso por la misteriosa enfermedad porcina tiene el despliegue propio de un triunfo de la Selección. Todo está mal pero puede estar peor, parece ser el mensaje dominante.

La esperanza no mide, no cotiza en los discursos de la política y es rechazada en las agendas periodísticas. En la boca de un dirigente puede ser interpretado hasta como un signo de debilidad. Sin embargo, no hay cambios profundos sin esperanza. No hay avances hacia una sociedad más justa sin sueños colectivos que los impulsen.

Por estos días, hace furor en internet Alberto Pérez Manija, un personaje creado por Diego Capusotto, que al frente del programa Hasta cuándo relata una retahíla de malas noticias y situaciones amenazantes en la mañana de una radio ficticia. (Se lo puede escuchar en la Rock and Pop, sábados y domingos a las 20). La parodia debería llamar a la reflexión.

Javier Darío Restrepo aseguró hace muy poco en una exposición sobre el desarrollo autosostenible que los medios tienen una inmensa deuda de esperanza con la sociedad. “Cuando el periodismo abre los sentidos y la inteligencia a lo posible, cuando la información contiene los datos de una carta de navegación que muestra los caminos posibles, cuando la información estimula la convicción y la ambición de cambiar la realidad, cuando el periodista entiende que parte de su servicio es crear inconformidad con lo existente en busca de una realidad mejor por lo justa, por lo tolerante, por lo pacífica, por lo igualitaria, por lo libre y respetuosa de cada ser humano, cuando todo esto se da, el periodismo cumple la más alta y dignificante de sus funciones porque estimula la esperanza...”.

En su charla Restrepo, maestro de periodistas, hizo referencia a una historia que le contó Zlatko Dizdarevic, el director de Pueblo, un periódico de Sarajevo incendiado durante la guerra. “La edición que sacaron a la venta cuando aún humeaban los restos de su edificio fue ávidamente comprada por lectores que en aquella ciudad en ruinas sólo tenían dinero para comprar el pan o el periódico, y prefirieron el periódico. ¿Por qué? le pregunté a Dizdarevic. Porque en situaciones de crisis, la gente puede vivir sin pan, pero no sin esperanza, me contestó. Y yo agrego hoy, al recordar esa historia otra vez, que esa preferencia se da cuando el periódico da esperanza. Entonces se vuelve más necesario que el pan”.

Ante una realidad que agobia por injusta, el desafío de la dirigencia política es convocar a la rebeldía. La resignación es el verdadero enemigo de los cambios. Los periodistas deberíamos tener el mismo compromiso. Mientras tanto, no nos asusten más.

Reynaldo Sietecase

Fuente: Crítica

No hay comentarios: