lunes, 28 de septiembre de 2009

Una verdadera revolución interna


Por Luisa Corradini
BERLIN.- Alemania se prepara para emprender un fuerte giro a la derecha que tendrá profundas consecuencias en Europa y puede incluso convertirse en una pesadilla para Estados Unidos.

A pesar de su apariencia trivial, la llegada de los liberales al poder en un gobierno de coalición dirigido por la canciller democristiana Angela Merkel representa una verdadera revolución en el plano político interno, en materia económica e incluso a nivel internacional.

En el plano interno, la derrota socialdemócrata puso término a la alianza contra natura que gobernó la primera potencia económica de Europa entre 2005 y 2009. Al mismo tiempo, abrió el camino a una coalición ideológicamente más coherente entre la democracia cristiana y el Partido Liberal Demócrata (FDP) de Guido Westerwelle.

En la liturgia política germana, a las alianzas entre la democracia cristiana y los socialdemócratas se las denomina Grosse Koalition (gran coalición), mientras que a los gabinetes de la CDU con el FDP se los califica, casi peyorativamente, Kleine Koalition (pequeña coalición). Esta vez, sin embargo, el Gulliver que salió de las urnas puede dar pasos de gigante en un continente y en un mundo transformado por la crisis más grave que conoció el planeta desde la Gran Depresión de 1929.

Este cambio amenaza con introducir modificaciones revolucionarias en el tradicional modelo de concertación social surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Ese modus vivendi garantizó la paz social y la doble reconstrucción que vivió el país en los últimos 60 años: el milagro económico de la posguerra y el alto precio que demandó la reunificación a partir de 1990.

Para evitar que los sacrificios penalizaran a un solo sector de la sociedad, el modelo de concertación exigía, tácitamente, un acuerdo tripartito entre gobierno, empresarios y sindicatos socialdemócratas. La llegada del impetuoso Westerwelle al poder puede provocar una reorientación económica radical sin pasar por la mesa de negociación.

Durante la campaña, Merkel se comprometió a resistir la aplicación de las medidas más ultraliberales del programa del FDP, como la reforma brutal del impuesto sobre los ingresos o una supresión del salario mínimo que existía en los principales sectores de la producción. Pero, como todo el mundo sabe, a las promesas de campaña se las lleva el viento.

Por razones tácticas, el cambio puede postergarse hasta mayo de 2010, fecha en que se debe renovar el parlamento de Renania-Westfalia. Pero después de ese momento es probable que la nueva coalición decida aplicar la promesa de bajar los impuestos a las ganancias de las empresas a tasas de 10 a 25%, contra 30% en la actualidad. Westerwelle también desea una reducción impositiva por un total de 22.000 millones de dólares que beneficiará en particular a la clase media. Como paladín de las pymes, está decidido a promover esas empresas que constituyen la espina dorsal de la economía alemana.

Desregulación

Otra medida crucial del programa liberal es la promesa de desregular el mercado laboral para facilitar las contrataciones y despidos.

Ahora que desaparecieron las reservas socialdemócratas, Angela Merkel y los liberales podrán prolongar a través del Parlamento la duración de vida de las centrales nucleares productoras de energía eléctrica a fin de reducir la dependencia del petróleo y facilitar un tránsito sin traumatismos hacia las nuevas energías renovables.

Ese reajuste político naturalmente significará poner el esfuerzo en las necesidades internas del país, un cambio capaz de aislarla de sus aliados europeos. El eventual repliegue de la primera potencia económica de Europa no es un acontecimiento insignificante porque puede incidir en la orientación general de la Unión Europea (UE). Este punto es tanto más importante que, como responsable de la diplomacia alemana, Westerwelle será el encargado de negociar con los otros 26 miembros de la UE.

Una primera contradicción interna, que afectará la política europea de Alemania, será la posición con respecto al ingreso de Turquía. Los liberales consideran que ese gigante no está "maduro" para ingresar en la UE. La candidatura turca cuenta con la simpatía de la democracia cristiana, pero no será fácil para Merkel vencer la oposición liberal.

Este es probablemente uno de los pocos puntos de política exterior en que los liberales no están de acuerdo con Estados Unidos. En otro aspecto crucial, la nueva alianza parece decidida a mantener la presencia de Alemania en Afganistán.

La Casa Blanca, en cambio, probablemente tenga grandes dolores de cabeza en materia económica, porque ni Merkel ni Westerwelle están demasiado decididos a apoyar los planes globales de reactivación que reclama el presidente Barack Obama. La canciller se resiste desde hace tiempo a lanzar nuevos programas de estímulo: "En lugar de dar consejos, sería más prudente que Estados Unidos se ocupara de sus déficits", declaró recientemente. Los liberales no hubieran dicho otra cosa.

Todo ese panorama parece indicar que Alemania entrará en una nueva fase de su historia gracias a esta coalición más coherente que la precedente en materia ideológica. El problema más grave que tendrá Merkel, si quiere seguir manteniendo su popularidad, es ver cómo controlar los ímpetus de su aliado Guido Westerwelle y sus ideas ultraliberales, muy difíciles de asumir en tiempos de crisis.

Fuente: La Nacion

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