viernes, 16 de octubre de 2009

Un reto para el Frente Amplio

Por Rodrigo Lugones

Históricamente para los que seguimos la política el último domingo de octubre tiene un sabor especial. No es un domingo cualquiera, es el domingo de elecciones. Las encuestas a boca de urna, las caras largas de algunos, los festejos, la mirada de esperanza a resultados del distrito fuerte que nunca llegan, conteos rápidos, escrutinios provisorios, el D’Hont. Por un día todos los canales de televisión se vuelven interesantes. O era hasta que en la Argentina se adelantaron las elecciones de mitad de término al 28 de junio.

Pero este domingo 25 de octubre, caída la tarde, los argentinos igualmente podremos prender nuestros televisores y palpitar los bocas de urna de una elección que promete ser atrapante: la presidencial uruguaya.

Nos separa una franja de agua, pero la distancia es mucho mayor.

Las diferencias con la Banda Oriental del Uruguay no se limitan a su respeto por las normas. El presidente no puede reelegir su mandato, que dura cinco años. Su elección es a través de una votación de doble vuelta tradicional (verdadero ballottage, sin alquimias extrañas de distancias de 10, pisos de 40 y techos de 45), no cuentan con elección de mitad de término, los cargos legislativos se distribuyen con un sistema de Lemas y los candidatos se eligen en internas abiertas simultáneas para todos los partidos.

El 25 de octubre es la elección presidencial y legislativa, y de no contar alguno de los cinco candidatos a presidente con más del 50 por ciento de los votos, el 29 de noviembre es la segunda vuelta. Los cargos locales –intendentes y ediles– se votan en elecciones separadas, también bajo el sistema de Lemas, el año entrante. Y además tienen partidos políticos saludables, representativos y con apoyo popular.

La oferta de partidos en Uruguay se puede dividir entre los partidos tradicionales y un conglomerado de partidos de izquierda y centroizquierda, el Frente Amplio, formado en 1971 por los partidos históricos de izquierda como el socialismo, el comunismo, y grupos disidentes de ambos partidos tradicionales.

Los partidos tradicionales, el Nacional (también llamado Blanco) y el Colorado llevan esos nombres por haber sido fundados junto con la nación. La relación cromática tiene su origen con los enfrentamientos bélicos de 1836 entre los partidarios del presidente Oribe y los seguidores del general Fructuoso Rivera. Para diferenciarse en batalla, Oribe decreta el uso de una insignia blanca, con el emblema “defensores de las leyes” y los seguidores de Rivera optaron por el colorado. De esta manera dieron origen a una tradición bipartidista –vale destacar que fue un bipartidismo poco equitativo; con el Partido Colorado gobernando el país casi de manera constante– que se mantuvo así hasta el triunfo del Frente Amplio en el año 2004.

En ese año, y luego de dos candidaturas truncas en el ’99 y el ’94, Tabaré Vázquez, candidato por el Frente Amplio, logra imponerse rompiendo el histórico bipartidismo, relegando al Partido Colorado a un lejano tercer puesto, que aún mantiene, dejando al Partido Nacional como real representante de lod partidos tradicionales.

Los candidatos modelo 2009. El 28 de junio fue un domingo de elecciones en todo el Río de la Plata. Mientras en la Argentina se elegían diputados, el 45 por ciento de los uruguayos votó de manera voluntaria en la interna abierta simultánea de los tres partidos, el Frente Amplio, los Blancos y los Colorados.

Tanto la totalidad de los sondeos de opinión pública como la historia reciente uruguaya, auguraban tres eventos: 1) una mayor participación en la interna del Frente Amplio, pues es el partido que cuenta, supuestamente, con la mayor militancia de base, 2) un apoyo popular a Pepe Mujica por sobre todos los demás candidatos de todos los partidos, y 3) una pelea pareja entre los dos precandidatos blancos, Jorge Larrañaga y el ex presidente Luis Alberto Lacalle.

Fue tres de tres. Ninguno de los tres se materializó.

La interna blanca se decidió de manera aplastante a favor de Lacalle; Mujica obtuvo menos votos que Lacalle, ganándole a Larrañaga por poco; y el Partido Nacional contó con una participación bastante mayor que la del Frente Amplio, sorprendiendo a propios y a extraños y sumiendo al FA en una discusión interna que duró varias semanas, mientras el Partido Nacional anunció su fórmula presidencial, con la presentación de Larrañaga como candidato a vice de Lacalle la misma noche de las elecciones.

Luis Alberto Lacalle fue presidente del Uruguay a los 48 años, entre 1990 y 1995. De familia política, es nieto del periodista y caudillo blanco Luis Alberto de Herrera. Fundador del herrerismo, corriente interna del Partido Nacional, fue, hasta el día de su muerte en 1959, uno de los protagonistas de la política del Uruguay. Abogado, padre de tres (su hijo mayor es diputado federal y actual candidato a senador por una lista interna distinta de la de su padre), fue periodista en el diario Clarín, conoció la cárcel durante la dictadura en su país. En 1978 sufrió un atentado trunco contra su vida, que sí mató a un familiar, Cecilia Fontana.

Como presidente inició políticas de modernización, privatizando empresas públicas, y desburocratizando el Estado. En 1999 corrió nuevamente, perdiendo en las generales con Julio María Sanguinetti. Volvió a postularse en el 2004, perdiendo esta vez en las internas por amplio margen con Jorge Larrañaga. Su larga carrera política parecía condenada a los márgenes del bajo apoyo electoral, similar a lo sucedido con Carlos Menem y Raúl Alfonsin en la Argentina.
Jorge Larrañaga, de 53 años, es abogado, intendente de Paysandú por diez años en los noventa, electo senador en el 2000 y candidato blanco a la presidencia en 2004.

Pepe Mujica, de 74 años, es el candidato del Frente. Electo diputado en 1994, es actualmente senador y líder de la corriente MPP (Movimiento de Participación Popular), que ingresó al Frente en 1989 cuando la guerrilla urbana Tupamaros decide dejar las armas y entrar a la política formal.
Chacarero de origen, Mujica se unió a los Tupamaros en los años sesenta, y participó en asaltos, secuestros, ataques y en la Toma de Pando. Pasó a la clandestinidad, herido en enfrentamientos sucesivas veces, fue apresado, y liberado, por las fuerzas armadas en sucesivas oportunidades. En total estuvo cerca de 15 años privado de su libertad.

De lenguaje lúcido, afilado, y por momentos desconcertante, fue ministro de Ganadería de Tabaré Vázquez. Amigo de los Kirchner, dice admirar las gestiones de Lula Da Silva en Brasil y Michelle Bachelet en Chile.

Danilo Astori, de 69 años, candidato a vicepresidente por el Frente, es economista y senador. Fue un muy exitoso ministro de Economía de Tabaré Vázquez. Es uno de los políticos con mejor aceptación popular en la población general. Por su “centrismo” es uno de los pilares de la comunicación de la campaña del Frente, que trata de brindar, con la figura de Astorí, tranquilidad y estabilidad futura a sectores de la población que miran con gran desconfianza a Mujica.
La oferta electoral se completa con Pedro Bordaberry, del Partido Colorado (hijo del presidente, civil y luego de facto, Juan María Bordaberry), Pablo Mieres del Partido Independiente, y Raúl Rodríguez de Asamblea Popular, desprendimiento del Frente Amplio.

Palpitando las elecciones. En agosto Pepe Mujica y el Frente comenzaron un lento y exitoso camino hacia el centro, para conquistar los sectores medios de la sociedad, tratando de llegar al número mágico que evite la segunda vuelta, el 50 por ciento. La elección de Astori como compañero de fórmula, la moderación en el discurso, las visitas a Lula y a Bachelet fueron, según los sondeos de opinión pública, logrando su cometido, y restándole, para los que nos apasiona seguir elecciones, atractivo a la competencia presidencial.

Este acercamiento al centro se consolida con la alta popularidad de Tabaré y de su gestión, con el 61 por ciento de aprobación según el relevamiento de líderes americanos de Consulta Mitofsky.
Al ser el primer presidente del Frente, muchos esperaban, y algunos temían, un accionar revolucionario, con cambios de fondo que afectasen el tradicional devenir del país. Con un accionar muy moderado, abierto, y políticas no dogmáticas, Tabaré sorprendió.

El deseo de que lo miren a Mujica en el espejo de Tabaré, como continuador de su estilo, prima en las filas socialistas del Frente. También es el deseo de parte de la sociedad, que quiere creerle que es más parecido a Lula que a Chávez, a Bachelet que a Kirchner.

En los círculos políticos de Washington se acuño un termino: el october surprise. Este es un evento o hecho no previsto, que no sólo sorprende a todos, sino que tiene la capacidad de cambiar de manera vigorosa el momentum de la elección, al alterar cómo la gente percibe a los candidatos, o mutando lo que motiva a la gente a decidir su voto.

Para citar algunos ejemplos, en la elección de 2004 muchos adjudican al video de Osama Bin Laden estas cualidades; en el 2008, a finales de septiembre, lo mismo sucedió con el quiebre de la Bolsa, cambiando el eje de la contienda electoral, y ayudando a Obama. En España, para muchos el ataque terrorista en Atocha tuvo el mismo efecto.

En Uruguay el october surprise tuvo forma de libro: Pepe Coloquios, el surprise uruguayo. La segunda semana de septiembre salió a la venta un libro de Alfredo García, redactor responsable del house organ del Frente Amplio, Voces del Frente.

El libro no tenía como objetivo lastimar a Mujica o su campaña. Todo lo contrario, fue realizado con el beneplácito de Mujica, que otorgó catorce entrevistas con García, en las que hablaron e intercambiaron el pensamiento vivo del candidato en todos los temas imaginables –la relación con Argentina, los Kirchner, el gobierno de Tabaré, la propiedad privada, etc.– con el objetivo de difundir sus ideas.

Mujica se definió como socialista porque el capitalismo “es malsano”; arremetió contra algunos sectores políticos que integran la propia coalición oficialista a los que consideró como “una máquina de conseguir puestos”, se declaró admirador de los Kung San –una tribu nómade africana que vive en el desierto del Kalhari– porque “los tipos laburan dos horas para vivir y lo demás lo pasan de joda y chusmerío” (dato que además es falso); y cuestionó duramente a la democracia, a los políticos y al propio pueblo argentino: “La institucionalidad argentina no vale un carajo”, sentenció al respecto.

La publicación, que ya agotó varias ediciones, generó controversias en las propias filas de la izquierda uruguaya –una respuesta fuerte del presidente Tabaré Vázques (ver nota adjunta)–, y no sólo sirvió en bandeja un flanco a la oposición para cuestionar sus condiciones como eventual presidente de la República, sino que también puso en duda la moderación que Mujica venía ensayando en los últimos meses.

Los blancos cargaron sobre Mujica con el argumento de que, en realidad, las afirmaciones en Coloquios reflejan lo que en verdad piensa Mujica. “Mujica se confesó”, dicen, y en realidad están expresando lo que los sectores apartidarios sienten.

En la interna de la coalición oficialista, los dichos fueron analizados por el comando de la campaña electoral, en una reunión en la que según los medios montevideanos el propio candidato admitió la gravedad del error y ofreció incluso su renuncia a la candidatura “para evitar mayores daños” electorales al Frente Amplio.

Las próximas semanas nos ofrecerán un panorama más claro sobre el impacto que este october surprise tendrá en el resultado de las generales. Pero nadie duda en Uruguay que ya repercutió en la disminución de la intención del voto del oficialismo: lo confirmaron las encuestas de las distintas investigadoras locales.

La defensa de Mujica pasó de negar lo dicho, a reconocer que no sabe lo que dijo, posteriormente justificando “a la segunda reunión uno es medio amigo y habla con el tipo como si hablara con su hermano. Decís todo lo que se te pasa por la cabeza con absoluta ligereza, total son cosas destinadas a quedar entre él y vos. Porque se supone que el señor iba a escribir un libro sobre Pepe Mujica, no un libro con las conversaciones que mantuviera con él”. Para terminar prometiendo un nuevo camino de acción: “Aprender a callarme la boca un poco más.”

Extraña promesa para alguien que intenta ser presidente, y que para serlo debe ganarse la confianza de parte del electorado.

Parece que pese a todo, tendremos un atrapante domingo de elecciones.

Fuente: El Argentino.com

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